Elseworlds Man of Steel nº 11

Título: La mente del Mal (I)
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Alfonso Pinedo
Publicado en: Marzo 2013

El Hombre de Acero tiene enemigos para combatir casi tan peligrosos como lo es el mismo Lex Luthor. ¡¡Conoce al Ultra-Humanita y descubre sus maquiavélicos planes!!
Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. Esta es la historia del hombre destinado a convertirse en el héroe más importante de todos los tiempos. Esta es la historia de...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

Aclaración para el lector: El siguiente relato transcurre entre mis dos historias sobre el Hombre de Acero, “Man of Steel: Last Son of Kryptón” y “Man of Steel: 666”. Recomiendo al lector interesado echarles un buen vistazo, antes de abordar ésta historia. Lois y Clark ya son compañeros en el Daily Planet y él le ha confesasdo a ella tanto sus sentimientos como el secreto de su identidad secreta.

1. La Zona Fantasma

Aquella mañana, Lois y Clark concurrieron al barrio chino de Metrópolis a una cita con un hombre llamado Li-Fong, quien les había prometido a ambos periodistas una jugosa nota exclusiva para el diario metropolitano en el que trabajaban. Sin prisa pero sin pausa, la pareja de sagaces reporteros viajó hasta allá en taxi y mientras Clark le pagaba al conductor, Lois le hacia señas a dos hombres parados frente de un restaurante chino.

-¡Hey, Li-Fong! ¡Aquí estamos!

-Ah. Ahí llegan las personas de las que le hablé, profesor – le dijo al anciano que estaba junto a él – Es un placer volver a verte, Lois… señor Kent – el oriental le hizo una reverencia. Clark le sonrió.

-Bueno, aquí estamos, Li… Ahora, ¿de qué se trata?

-Siempre directo al grano, ¿eh, Lois? – señaló Clark, en broma.

-Ya sabes como soy. Odio dar vueltas. Directo al hueso – ella le guiñó un ojo, cómplice.

-Honorables amigos, quisiera presentarles al profesor Wang… - Li-Fong señaló al anciano que lo acompañaba. Éste les estrechó a ambos las manos.

-¿Wang? Creo que he leído sobre usted en las últimas semanas. ¿Se trata acaso de quien inventó el “Deslizador Dimensional”? – preguntó Clark. El anciano asintió.

-Está en lo cierto, joven. Soy yo mismo, para servirles.

-Como siempre, están ustedes bien informados, queridos amigos – dijo Li-Fong – Sí, están ante el genio que revolucionará muchos conceptos sobre el tiempo y el espacio. Y le he pedido que les conceda una entrevista sobre su asombrosa tarea…

-¡Magnifico! – Lois sonrió. Olía a éxito en aquella futura nota. Perry estaría encantado de que El Planeta tuviera la exclusiva.

-…Pero me temo que tal entrevista no será aquí ni ahora – se disculpó Li-Fong. El desconcierto se traslució en el rostro de Lois de inmediato. El profesor Wang se apresuró a intervenir agregando algo…

-Efectivamente. Los esperaré mañana en mi laboratorio, señorita Lane, señor Kent. Mi joven amigo también estará allí. ¿Qué les parece?

-No hay problema – Lois asintió, recuperando el animo.

-Seguro – dijo Clark.

-Muy bien. Hecho el acuerdo, los invito a probar algunas exquisiteces de la cocina oriental – Li-Fong señaló al restaurante a sus espaldas – Si les apetece, claro…

-¡Oh, seguro!

-Me temo que no podré acompañarlos – se disculpó el profesor Wang- Tengo un compromiso ineludible con un colega de Star Labs. Si me disculpan…

El anciano les hizo una reverencia y se fue. Lois y Clark lo vieron marcharse por la calle, antes de seguir a Li-Fong adentro del restaurante chino.


Al día siguiente, Clark no pudo acudir a la cita en el laboratorio del Prof. Wang junto a Lois. Los poderes de Superman eran requeridos en una plataforma petrolera en mitad del océano Atlántico; al parecer se había producido una fuga masiva de combustible que debía ser controlada con urgencia.

Después de una ardua tarea, Clark regresó a Norteamérica y se encontró con su compañera en su apartamento, al atardecer. La cara de Lois lo decía todo: algo malo había pasado.

-Fui a la cita, pero ni el profesor ni Li-Fong estaban allí – le contó – Todo el laboratorio estaba revuelto y faltaba parte del equipo – hizo una pausa, preocupada – Clark, creo que algo terrible puede haberles pasado.

-Tranquilízate. ¿Diste el parte a la policía?

-Iba a hacerlo, pero entonces recibí una llamada anónima a mi teléfono celular. Me dijeron que si quería noticias sobre Li-Fong y Wang, le avisara a Superman que debía ir solo a cierto depósito en el muelle de Metrópolis, hoy a la medianoche…

-Evidentemente, es una trampa – señaló Clark – y el que la puso, desea enfrentarse conmigo por alguna razón que desconozco.

-¿Qué vas a hacer?

-Morder el anzuelo e ir. La vida de esos dos hombres está en juego.

-Iré contigo.

-De ninguna manera, Lois. Yo me haré cargo.

-Escucha, Clark: si acepté guardar el secreto de tu doble identidad , no fue para quedarme sentada y de brazos cruzados viendo pasar la acción delante mío. ¡Quiero ir! Li-Fong es mi amigo…

-Acompañándome lo expones a un serio peligro – le advirtió él – Piensa en eso, por favor.

Lois frunció el ceño. Se sentó en un sillón, enfurruñada. Suspiró ruidosamente.

-¡Está bien! Lo dejaré pasar… por esta vez.

Clark asintió. Lo cierto era que le preocupaba que Lois se metiera en peligro. Él era invulnerable a casi todo. Ella, por el contrario no.

Este solo era un trabajo para Superman.


Metrópolis. Medianoche.

Superman descendió flotando lentamente delante del viejo depósito del muelle. El lugar olía a pescado podrido y una curiosa neblina envolvía todo, enroscándose en las farolas.

Antes de meterse en la boca del lobo, el Hombre de Acero hizo un intento de revisar el lugar con su visión de rayos X. Se chocó con un recubrimiento de plomo en las paredes.

“Astuto”, pensó, “Quien fuera, sabe cómo eludir algunos de mis trucos”.

Dado que la única forma de saber algo era entrando, eso fue lo que al final hizo. Mientras entraba en el edificio, no se dio cuenta de que sus movimientos eran seguidos de cerca por alguien oculto entre las sombras…

Atravesó lúgubres corredores y puertas que se abrían con siniestros chirridos sin hallar a nadie. Fue entonces cuando divisó algo caído en el piso. Agachándose, lo recogió y lo examinó: era una fosforera del restaurante chino donde Li-Fong los invitó a Lois y a él a almorzar.

Aquel insólito objeto significaba una pista correcta. Habían traído al joven oriental a ese lugar.

Su súper-oído detectó un movimiento entre las sombras circundantes. Alguien caminaba detrás suyo. Usando la supervelocidad como factor sorpresa, el superhéroe se colocó de cara con su misterioso acosador… solo para descubrir que se trataba de Lois.

-Pero… ¡Lois! ¿Me has seguido?

La reportera se mordió el labio inferior. Lo ultimo que esperaba era que la descubriera y tan fácil.

-Lo siento – se disculpó – pero lo mío no es quedarme de brazos cruzados.

Superman pensó que era inútil reprenderla. Lois se mostraba determinada a ser cabezadura. Ahora era tarde; llevarla de regreso a la seguridad de su apartamento desviaría su plan original, el cual era enfrentarse cara a cara con quien secuestro a los dos chino.

Lois miró a su alrededor. El sitio le ponía los pelos de punta.

-¿Has encontrado algo? – le preguntó.

Él le enseñó la fosforera. Lois la reconoció.

-Eso quiere decir que Li está aquí – murmuró.

-O que están jugando un juego de detectives conmigo – puntualizó él – Obligándome a adivinar cual de mis enemigos ha orquestado esto.

-¿Sospechas de alguien?

-Tengo un pálpito… pero antes que nada, pretendo revisar este sitio de lado a lado.

Se hizo el silencio. Lois pensó un momento.

-Quien quería atraerte aquí debe estar totalmente convencido de que vendrías, pese a ser una trampa – dijo – Por eso me lo avisó a mí. Para que a su vez, yo te alertara…

-…Y esa persona sabría sin duda que al ser Li-Fong tu amigo, también te involucrarías en este asunto…

-O sea: lo pensó todo calculadamente. ¿Cuál de todos tus enemigos, excluyendo a Luthor, podría ser tan cerebral como para armar esto?

rato. Sabían la respuesta a ese interrogante. No les hizo falta siquiera decirlo; el aludido apareció delante de ellos, como si nada. Superman y Lois lo observaron. Se trataba de un hombre calvo vestido con una bata de científico y postrado en una silla de ruedas de alta tecnología. Al verlos, sonrió maléficamente.

-Ultra-Humanita – dijo Superman – Desde luego. ¡Solo podías ser tú!

Ultra rió. No hacía mucho, el Hombre de Acero se había enfrentado a éste científico criminal, quien en ausencia de Luthor en Metrópolis tomó la posta para convertirse en el villano numero uno del superhéroe. Ultra era un genio; pese a estar postrado y ser un simple hombre sin poderes, se las apañaba bien con su impresionante arsenal de última tecnología y sus sicarios que obedecían todas sus órdenes.

-Es un placer volver a ver a mis enemigos… por ultima vez – dijo, riéndose – Como supondrán, Li-Fong y el profesor Wang son mis prisioneros y están a buen recaudo… al atraer a la señorita Lane sabia que vendrías, Superman. Justo como quería.

-¡Déjate de payasadas, Ultra! ¡Libera ya mismo a esos dos hombres!

-¿O sí no, qué? No estás en posición de exigir nada, Superman. De hecho, te tengo donde quiero.

El Hombre de Acero se movió a supervelocidad, intentando agarrar al científico. Terminó apresando el aire. En realidad, Ultra no estaba allí. Aquella solo era una imagen holográfica suya.

-Muy astuto – Superman volvió al lado de Lois. Ultra sonrió, complacido- ¿Qué pretendes hacer?

-Simplemente enviarlos a los dos muy lejos…

Se encendieron las luces en la sala. Superman y Lois descubrieron tarde que estaban parados bajo un gran aparato de tecnología avanzada.

-¡Les presento al Deslizador Dimensional! – Ultra lo señaló – El profesor Wang es un genio. En verdad revolucionaria la ciencia con esto. Es más, podría haber sido el padre de los viajes interdimensionales. Desafortunadamente, no será así. ¡Prepárense para ser los primeros seres vivientes en ser lanzados a otro plano de la existencia!

El holograma de Ultra desapareció. Superman solo atinó a cubrir con su cuerpo el de Lois. Instantes después todos los átomos de ambos eran desmaterializados y enviados a través de una corriente de energía hacia otra dimensión.


Cuando Lois y Superman reaccionaron, se dieron cuenta de que ya no estaban en la Tierra. Sosteniéndose mutuamente, ambos flotaban en un espacio brumoso blanco y negro, una especie de limbo en otra dimensión.

-¿Qué lugar es este, Clark? – le preguntó ella, aterrorizada, aferrándose a su brazo.

-Lo ignoro. Pero parece que no estamos solos – Superman señaló a la distancia. Una parvada de seres voladores con aspecto de reptiles venía chillando hacia ellos y era más que evidente que sus intenciones no eran amigables.

-¡Dios mío!

-¡Ponte detrás mío, Lois! – le ordenó, enfrentando a las criaturas. Cuando llegaron, le propinó a la primera un puñetazo. Lejos de amedrentarse, los monstruos redoblaron su ferocidad y extendieron las garras hacia el Hombre de Acero, con intención de matarlo.

-¡Clark! ¡Haz algo! – chilló Lois. Como pájaros hambrientos, las criaturas también la acosaron a ella con intenciones asesinas.

Superman decidió usar la visión calorífica. Brotando de sus ojos, dos potentes rayos de fuego incineraron a los monstruos e hicieron huir a los que quedaban. No seria por mucho tiempo; una vez se reagruparan, volverían a la carga.

-¡Sostente fuerte de mí! – le pidió a Lois. Aferrándose de él, Superman la sacó de allí volando velozmente. Pasaron al lado de pedazos de chatarra flotante, restos de navíos alienígenos destrozados y hasta rocas de gran tamaño. No parecía haber una salida de aquel reino de pesadilla.

-¿Dónde estamos? – volvió a preguntar Lois, mirando hacia todos lados.

-Es alguna especie de lugar… ignoro donde.

-¡Tenemos que salir de aquí! ¡Esas criaturas volverán!

-Entonces les sugiero acompañarme – dijo una voz cercana – Mi refugio será mejor que estar aquí, a la intemperie.

Lois y Superman se volvieron. Quien había hablado era un hombre parado sobre un pedazo de chatarra flotadora. Su aspecto era el de una persona de mayor edad que la de ellos y vestía con una ropa que conociera tiempos mejores. Apenas si le servia ahora como abrigo para su cuerpo.

Algo en el hombre impulsó sin embargo a que Superman confiara en él. Junto con Lois, lo acompañaron hasta un bizarro edificio armado con planchas de metal soldadas una sobre la otra de cualquier manera.

Ya dentro de la rustica vivienda y cerrada la puerta de acceso, pudieron respirar más aliviados y charlar…

-Gracias por ayudarnos – Superman extendió una mano hacia el hombre – Soy Kal-El. Ella es Lois Lane. Venimos de…

-La Tierra. Lo sé – el hombre asintió. Miró a Superman con atención – Kal-El… ¿Eres de Kryptón?

-Sí. ¿Conoce mi planeta de origen?

-¿Conocerlo? Vaya sí no. Viví allí hasta antes de que fuera destruido.

Superman abrió los ojos como platos, sorprendido. ¿Acaso se trataba de una broma? ¿Quién era ese sujeto?

-¿Quién es usted? – le preguntó Lois.

Hubo una pausa. El hombre bajó la vista.

-Me llamo Von-El – dijo y miró a Superman a los ojos – Soy tu abuelo.


Mientras tanto, en la Tierra, Ultra festejaba su éxito rodeado de sus secuaces. Se encontraban todavía en el viejo depósito del muelle de Metrópolis que hacia las veces de guarida secreta del científico criminal.

-¡Con Superman fuera de juego para siempre, Metrópolis es nuestra, muchachos! – dijo, sonriendo - ¡Ahora nada ni nadie va a detenernos!

-Jefe, ¿Qué hacemos con los dos chinos que capturamos? – le preguntó uno de sus hombres.

-El profesor Wang realmente ha contribuido a mi éxito para deshacerme de mi enemigo. Su muerte ha de ser rápida en lo posible, como premio – Ultra se frotó las manos – En cuanto al otro oriental, da igual. Mátalos a ambos. Ya no los necesito.

El matón asintió y se fue a cumplir con sus órdenes.

-Todavía no entiendo cómo va a ayudarnos ese aparato dimensional en nuestros crímenes, Ultra – quiso saber otro de sus secuaces.

-Es sencillo – explicó el científico – Con él podremos robar cuanto queramos y luego escapar a otra dimensión. Prácticamente seremos imparables.

El momento de gloria se vio súbitamente interrumpido por el sonido de una pelea. Ante el desconcierto de Ultra, el matón que iba a acabar con la vida de los prisioneros atravesó volando la puerta y se desplomó inconsciente en el piso.

-¿Qué diablos…?

Li-Fong se hizo presente. Ante un descuido del sicario de Ultra, el joven chino aprovechó para rebelarse contra su asesino y propinarle una feroz paliza con sus conocimientos de Judo y Karate. Ahora, valientemente se enfrentaba con el resto de los delincuentes y su jefe.

-¡Mátenlo!

Uno de los hombres de Ultra sacó un arma. Li-Fong no le dio tiempo a usarla y le propinó una patada razante. La pistola salió despedida y el sicario cayó al piso abatido. Cuando dos más quisieron reducirlo a golpes, con varios movimientos estudiados y saltos acrobáticos, sumados a contundentes puñetazos, Li-Fong se los sacó de encima. Los habían capturado al profesor y a él por un descuido la primera vez. No iba a volverse a repetir.

-¡Se acabó! –dijo, una vez que todos los hombres de Ultra yacían noqueados en el suelo - ¡Ahora usted va a devolver a Superman y a la señorita Lane de regreso a éste mundo y entregarse a la justicia!

Ultra rió. Presionó un botón en los mandos de su silla de ruedas. Al instante un par de repulsores anti-gravitacionales se activaron…

-¡Ni en sueños haría una cosa semejante! ¡Si quieren volver a ver a Superman, tráiganlo ustedes mismos! Yo me voy. ¡Adiós!

La silla de Ultra salió volando, atravesando el techo por una claraboya abierta y perdiéndose en la noche.

Li-Fong observó abatido cómo el científico huía. En ese momento el Prof. Wang se le unió.

-Has peleado valientemente, Li – le dijo.

-En vano, profesor. El villano ha escapado y Superman y la señorita Lane siguen perdidos en esa otra dimensión a la que los enviaron. ¿Qué vamos a hacer?

-Lo único que podemos hacer, Li-Fong: traerlos de regreso.


En la otra dimensión, Von-El contaba a unos sorprendidos Lois y Superman su historia:

-Fui un científico. Quizás el mejor que existió en Kryptón en su época. Mi área de investigación era el tiempo y el espacio. Buceando en ambos fue que encontré ésta, la que yo llamo “Zona Fantasma”, un mundo vasto y paralelo al universo de tres dimensiones ordinarias. Mi descubrimiento pretendía ser un aporte humanitario para expandir el conocimiento y el saber kryptoniano, pero el Cuerpo Gobernante del planeta tenia otras ideas para éste lugar…

Von-El hizo una pausa. Luego prosiguió.

-Querían utilizarlo como alternativa para deshacerse de todos los disidentes u opositores a ellos. Adujeron que la Zona serviría para exiliar a los delincuentes, como castigo ejemplar. Como comprenderán, me opuse férreamente a éste uso de mi descubrimiento y tamaña idea…

-Pero, ¿Cómo acabaste aquí? – interrumpió Superman, fascinado. Era el segundo kryptoniano que veía en su vida. La primera había sido Kara, su difunta prima.

-Fue por voluntad propia. Mi hijo, Jor-El, tu padre… había descubierto que Kryptón estaba amenazado por la destrucción. Viendo el inminente final de nuestra raza acercarse, me trasladé voluntariamente a la Zona Fantasma. Imagino al verte aquí que efectivamente mis suposiciones son correctas y que no quedamos muchos kryptonianos en el universo.

-Solo somos tú y yo – dijo Superman, con pesar – Había otra, pero murió. Se llamaba Kara. Era mi prima.

Se hizo un respetuoso silencio. Abuelo y nieto se miraron a los ojos, estudiándose.

-Tienes los ojos de tu madre – dijo Von-el, esbozando una pequeña y triste sonrisa.

-¿La conociste?

-Claro que sí. Lara era una mujer maravillosa y fuerte – le echó una mirada a Lois – Casi parecida a tu amiga terrestre.

Lois se sonrojó. Se sentía medio sapo de otro pozo en aquella charla. Eran cuestiones que atenían al pasado perdido de Clark. Casi se consideraba una intrusa ahí, frente a ellos.

-Hay tanto que deseo saber… tanto por preguntar… que no sé por donde empezar – Superman suspiró.

Von-El bajó la vista de nuevo.

-Tendremos tiempo de sobra. No existe manera de salir de la Zona Fantasma.

-¿No?

-No. Al menos, no que yo sepa. Lo lamento, Kal-El. Éste será tu hogar de ahora en más…

Un fuerte ruido sacudió la estructura donde se hallaban. Las criaturas reptiles se abrieron paso hacia ellos destrozando las planchas de metal que componían la vivienda.

-¡Los Syms! ¡Han entrado! – anuncio Von-El.

-¡Atrás! ¡Yo los contendré! – Superman les disparó rayos de calor por sus ojos, abatiéndolos a medida que entraban. Pese a aquello, una nueva camada de monstruos estaba ya dispuestas a reemplazar a la primera.

-¡Es inútil! – exclamó Von-El - ¡Seguirán viniendo más y más! ¡Estamos perdidos!

El súbito estruendo de un vortice dimensional abriéndose sorprendió a todos. Del otro lado, los esperaba la Tierra, con Li-Fong y el profesor Wang en los comandos del Deslizador Dimensional. Lois los vio y gritó:

-¡Li! ¡Profesor!

-¡Señorita Lane! ¡Superman! ¡Rápido! ¡Crucen el vortice! ¡No durara mucho tiempo abierto! – les gritó Li-Fong.

Lois no lo pensó dos veces. Se zambulló de cabeza en el hoyo dimensional. Superman la siguió, pero antes de cruzarlo se volvió hacia su abuelo. Le extrañó que no fuera con ellos.

-¡Ven con nosotros! – le dijo. Von-El negó con la cabeza.

-Una vez que vives muchos años en la Zona Fantasma, no puedes salir de ella así como así. Seria mortal para mí ir a tu mundo ahora.

-¡Si no vienes esos monstruos te mataran!

-¡Superman! ¡El vortice se cierra! – le recordó Li-Fong.

-Vete, Kal-El. Yo me haré cargo como pueda de los Syms. No te preocupes por mí – esbozó una triste sonrisa – Estoy orgulloso de ti. Creo que tus padres también lo estarían. Adiós.

Superman se negaba a dejarlo, pero ya era tarde. Cruzó el vortice y el portal entre ambos mundos colapsó, cerrándose para siempre.


La paz retornó a la gran ciudad.

Después de la desastrosa experiencia vivida, el Prof. Wang decidió destruir su invento. La amenaza de que malvados inescrupulosos como Ultra pudieran usarlo para el mal era un constante pesar. Fue así como el científico oriental decidió sacrificar su máxima creación en pos de un bien mayor.

Para Clark, encontrarse cara a cara con otro miembro de su raza y que éste fuera otro pariente suyo fue muy fuerte. Lois lo vio abatido por no poder salvarlo, durante una semana. En ese tiempo, lo apoyó como pudo, con consejos y compañía. Era poco y lo sabía, para consolar un corazón destrozado por la angustia y la incertidumbre del último destino de su abuelo, pero no existía nada que ella pudiera hacer para remediarlo.

Por su parte, Clark juró ante las estrellas que aunque le costara así toda la vida, hallaría la forma de liberar a su abuelo de la Zona Fantasma.

Mientras eso sucedía, en aquella lóbrega dimensión, Von-El esperaba…

Continuará...

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