Showcase nº 14: Vigilante

Título: Fuego en el Báltico
Autor: Roger Corbera
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Abril 2013

Su nombre es susurrado con temor en el mundo del hampa. Saben que él es diferente: hará algo más que arrestarte como el resto de los enmascarados. Él es juez, jurado y verdugo y muy pocos escapan a su justicia. Pero ¿quien se oculta tras la máscara del Vigilante?
Ellos piensan que son los amos del mundos, que están por encima de la Ley. Pero están muy equivocados. Quizás sean lo suficientemente hábiles como para engañar a jueces y fiscales y asi salir impunes de sus crimenes. Pero nada de eso les servirá contra mí.  Mi nombre es sinónimo de implacable justicia. Todos me llaman el
Creado por Marv Wolfman y George Perez

Algún lugar de la costa de Lituania...

La línea gris del mar Báltico había aparecido en el horizonte cuando la niña chechena empezó a llorar.

Había aguantado callada el trayecto de tres días enteros encerrada en la furgoneta sin quejarse. Ni cuando no les dieron agua. Ni cuando les dijeron que tenían que hacer sus necesidades allí mismo, donde dormían. Ni cuando sacaron a la recalcitrante moldava y le dieron una palia ante todas para que se callaran. Ni cuando el conductor desapareció tras una parada para mear y llegó otro de aspecto casi idéntico. ¿Porqué llorar ahora? Quizá porque no aguantaba más. Quizá porque en su vida había visto el mar. Una compañera de infortunio le rodeó los hombros con un brazo y lloraron juntas.

La furgoneta se detuvo en una cala apartada, donde les esperaba un hidroavión y dos hombres. El conductor aparcó y las hizo bajar. Se tambalearon débiles.

Uno de los hombres, un gordo calvo y sudoroso pese al frío clima, empezó a inspeccionar sus cabezas y sus bocas.

- Eh, Orlov. – dijo al conductor.- No está mal el ganado esta vez. Mira ésa.- sujetó a la chechena y le inspeccionó la dentadura.- Muy guapa. En Zandia se volverán locos contigo,cariño.

Entonces el conductor se volvió loco. De un puñetazo, le rompió la nariz al conductor y lo lanzó contra su compañero. Antes que este reaccionara, los apuntó con una pistola.

- Quietos o os reviento.- dijo en un ruso de pesado acento. Los dos levantaron las manos.- Llevadme hasta vuestro avión.

Muertos de miedo, fueron hacia el aparato. Un anticuado Beriev de la era soviética.

La bodega estaba llena de “ganado”. Chicas de entre ocho y dieciséis años. Todas aterrorizadas. Algunas con marcas de golpes. O de haber probado el infierno que les esperaba de manos de alguno de los pilotos.

- Mira, Orlov. Llévatelas todas si quieres. – suplico el gordo.

El desconocido le clavó el cañón en los riñones y le obligó a ir hacia la cabina.

- ¿Tu eres el piloto?- preguntó al segundo individuo. Éste asintió con la cabeza.- Bien. Vas a llevarme en tu avión hasta la isla de Zandia(1). Conozco la ruta y su duración. Así que nada de trucos. Haced lo que os digo y os dejaré libres.

- ¿C… Cómo se que no vas a matarme, Orlov?- temblaba. Estaba acojonado y confuso. Orlov había sido su “socio comercial” más de diez años. Habían compartido juergas y “mercancía”. No entendía aquel súbito cambio.

- Porque voy a soltar a tu amigo como prueba de buena fe.

- So… Soltarme?- murmuró incrédulo.

- Eres libre. Vete. Pero antes- le ató las manos a la espalda rápidamente con unas manillas.

- ¿Por… Porque me atas?

- Para que sólo puedas huir a pie sin usar la furgoneta. Tardarás horas en llegar a un teléfono.- Y con eso, lo echó de la cabina de una patada.

El piloto, a punta de pistola, puso en marcha su aparato. Pronto los renqueantes motores alzaron el viejo avión de las aguas y se alejaron rumbo a mar adentro, ante la mirada atónita del calbo.

¡Increíble! Aquel imbécil lo había dejado vivo. Tenía un teléfono móvil en el bolsillo. Si conseguía sacarlo y llamar (hasta con las manos atadas era posble) llamaría a Zandia y le prepararían una buena bienvenida a aquel mamón de Orlov…

Entonces oyó pasos en la arena.

Las chicas se acercaron a él en silencio. Algunas llevaban palos. Otras piedras. Todas tenían una llama de odio en la mirada. El sudor del gordo ahora era de frío terror, y su vejiga se soltó. Retrocedió intentando huir. Corrieron tras él como furias vengativas. Tropezó y cayó rodando por el suelo. Al otro lado de la playa, una de las chicas mayores apartó las miradas de las más pequeñas para que no vieran aquello. Pero no pudo evitar que oyeran primero los chillidos de cerdo degollado, luego los alaridos de dolor. Luego el silencio. Fueron segundos eternos. Sólo el mar susurraba. Se quedaron en la playa, algunas sentadas, otros de pie con sangre en las manos, mientras el alba teñía las olas de rojo. La policía, alertada por una llamada anónima, las encontró asi media hora después.


Un castillo en una isla.

Alexis Suvorov contemplaba la isla de Zandia con una copa de brandy en las manos. El brandy era de la mejor calidad, comprada de la subasta de los bienes de un conde escocés al que había arruinado con una ruleta trucada. La alfombra que pisaba era persa del siglo XIV, robada de un museo afgano durante la invasión estadounidense. Hasta su bata de seda la compró con una tarjeta falsa en París. Tenía dinero de sobras para villas y helicópteros, pero nada le daba más placer que robar algo, fuera por malicia o por la fuerza. Y la prueba de ello era la atractiva mujer que le había servido el brandy.

Tenía por lo menos una docena de concubinas en su harén, pero aquella rubia era su favorita. Su socio oriental decía que era demasiado alta, demasiado musculosa, que tenía un acento irlandés de Gotham muy vulgar. Pero a él le encantaba su aire desafiante y su espíritu apasionado.

Contempló la bahía de Zandia. A lo lejos se divisaba los tejados inclinados de la ciudad. Un nido de contrabandistas, traficantes y mercenarios único en Europa. Dirigido por hijos de puta como él. La ciudad ya estaba reconstruida de las dos veces que aquellos malditos Titanes habían metido sus narices en los asuntos locales. Pero tuvo su parte buena: librarse de los antiguos gobernantes y permitir el ascenso de tipos como él. Que habían cambiado la piratería tradicional por lucrativos negocios como el tráfico de drogas y de blancas.

Si la vida era bella… Le hizo un gesto a la rubia para que se levantara del sofá y se acercó a él con andares insinuantes. Se besaron apasionadamente, mientras Suvorov recorría sus curvas con dedos fuertes. Se separaron un instante y vio un brillo de odio puro en sus ojos. Aquello le gustó. La besó de nuevo.

El piloto señaló la isla con el dedo.

- Esta es la isla de Suvorov. Es donde yo… O sea, el gordo, llevaba las chicas.

- Manten el rumbo.- Antes los ojos atónitos del piloto, Orlov se arrancó la cara: pelo, boca, nariz y orejas desaparecieron. Debajo apareció una mascara negra. El desconocido se quitó las ropas para mostrar un traje negro.

- ¿Eres… Uno de esos superhéroes?
- Superhéroe no.- metió un cargador en su subfusil, con un chasquido metálico.- Soy un Vigilante.

Dejó la cabina y se dirigió a la parte trasera. Abrió la compuerta. Entró una corriente de aire helado. Vigilante saltó.

El piloto quedó unos instantes helado, recuperando el control del hidroavión. ¡Increíble! Ese chalado le había dejado vivo. Tenía que llamar a Suvorov por la radio o le arrancaría la piel a tiras, si creía que tenía algo que ver con todo eso. Pero la radio estaba destrozada. Ese cabrón… Tenía que aterrizar, sí, eso era. Delante del castillo. Giró el aparato, y en el momento en que sobrevolaba la isla, el avión explotó.

Suvorov fue lanzado hacia atrás por la explosión, que destrozó hasta su cristal blindado. Cuando se levantó, tenía cortes por el cuerpo y el atractivo rostro. Una alarma empezó a sonar. A decir verdad, todas las alarmas de la isla saltaron, activadadas por la explosión tremebunda.

- ¡Govno!- exclamó furioso. Cogió su teléfono- ¿Qué está pasando? ¿Estamos bajo ataque?

Rápidamente sus hombres se mobilizaron como los profesionales que eran. Apagaron los fuegos, atendieron los heridos (el señor Suvorov primero, claro. Aunque sólo tenía arañazos, y otros hombres pedazos de metralla clavados). Recorrieron la isla con perros y ametralladoras.

Hans Nesken, un joven holandés que había dejado primero los estudios y luego el ejército holandés para unirse a la mafia, fue el primero en verlo. “Allí está”. Se separó discretamente de su grupo y fue por él. Era el más nuevo y no quería que nadie le quitara la recompensa.

Se deslizó por entre las rocas de la playa, con su rifle kalashnikov a punto. “Te voy a freír”. Ya lo veía.Vestía una especie de neopreno negro, casi indistinguible en la oscuridad. Audaz, Nesken se puso a su espalda sin un ruido.

- Suelta el arma y date la vuelta.- ordenó. El otro obedeció.

- Te esperaba.- dijo Vigilante. El cuchillo salió tan deprisa de su manga que Nesken no le vio ni mover la mano cuando lo lanzó.

Los disparos de Kalashnikov atrajeron todos los guardias.

- ¡Allí está!- los focos iluminaron un tipo con máscara negra. Sujetaba un fusil, pero lo soltó al verse rodeado. No le sirvió de nada. Varias ráfagas cruzadas le destrozaron.

- ¿Quién demonios es? Quitadle la máscara.

- No podemos. El collar la sujeta al traje. Parece de algun tejido antibalas.

- Pues llevadlo dentro. Pero un momento.- Le puso una pistola en la cabeza y disparó, abriendo un agujero en su cráneo.- Ahora sí está muerto sin duda.

- Joder, tío. Antes avisa, me has puesto perdido…

- ¡Eh, hemos pillado a otro!- un grupo vino llevando a empujones al piloto del avión, aún con los correajes del paracaídas y una mancha de orina en los pantalones.

- ¡No, por favor! Soy Golinski… Ese chalado me obligó… Tenéis que creerme… Puso una bomba en el avión…

- Llevadlo al jefe. Y al muerto también. Él decidirá.

Pusieron una tela encima de las baldosas para no manchar y dejaron el cuerpo de Vigilante encima. Cachearon al piloto concienzudamente y lo llevaron ante su amo. Suvorov tenía varias tiritas sobre el rostro bronceado y muy mala leche.

- ¿Qué ha pasado aquí?

- Matamos a ése. Al parecer iba sólo.

- Reconozco la máscara. El Vigilante. Uno de esos justicieros americanos. Destruyó mi operación de drogas en New York.(2) Llevaba años sin aparecer.

- Se suicidó.- dijo de repente la rubia. Estaba en la puerta, con un albornoz. A Suvorov le gustaba exhibirla ante sus hombres.

- ¿Qué dices?

- Se llamaba Adrian Chase. Era un fiscal del distrito idealista, hasta que mataron a su mujer y sus hijos. Pero su lucha le terminó consumiendo.Puso fin a su propia vida.

Suvorov la escuchaba con atención.

- Entonces no puede ser el mismo.

- Tenía algunos poderes de regeneración. Superó heridas que podrían haber matado hombres corrientes.

- ¿Cómo sabemos entonces que está muerto? Córtale la cabeza, Andrei.

- Si es el Vigilante, te matará antes que levantes el machete- apuntó la rubia. Parecía divertirse cuando vacilaron.

- Hazlo tú.- le dieron un machete al acojonado piloto.

- Pe… pero…- le temblaban las rodillas violentamente.

- Hazlo o te pego un tiro aquí mismo.

El pobre desgraciado se acercó al cuerpo del encapuchado. Dio el primer golpe. Desclavó la hoja con gran dificultad, apretando los dientes. Luego dio otro, y otro. Cuando terminó, parecía a punto de desmayarse. Pero le trajo la cabeza a Suvorov.

- A mí, no, imbécil. Dásela a Andréi.

Andrei la sujetó como una rata muerta. Luego le quitó la capucha.

- Joder, no es Vigilante! Es el nuevo… Ese holandés… Tiene algo en la boca.

Suvorov se lanzó al suelo.

La granada reventó la cebeza de Nesken y mató a Andrei casi al instante. La onda expansiva lanzó a los guaridas contra las paredes. Sólo el piloto reaccionó y se lanzó sobre Andrei, quitándole el kalashnikov que llevaba colgando.

Suvorov gritó una orden. Pero todos estaban medio sordos por la explosión. Y cuando el piloto empezó a disparar, las detonaciones y los gritos de dolor impedieron oír nada más. El infierno se desencadenó en la sala.

Suvorov salió corriendo de la sala. Cogió lamano de la rubia sin saber porqué y se fue a sus habitaciones. Allí tenía una sala de seguridad donde encerrarse hasta que pasara todo.

El último guardia disparaba hacia atrás mientras corría. Mala elección: o luchabas o huías. Vigilante lo liquidó con una ráfaga corta. Luego se quitó la mascara con las facciones desgastadas del piloto y se puso su máscara. Ahora a por Suvorov.

Cruzó el pasillo con el arma humeante. Un guardia salió de una puerta disparando. Pero el kalashnikov de Vigilante le reventó el pecho a tres metros, sus ropas ardieron a tan poca distancia. Conel cargador vacío, Vigilante soltó el rifle y desenfundó su Colt Magnum.

Lanzó una granada de humo antes de entrar al dormitorio. Pero sólo había la chica rubia, tosiendo. Y la puerta metálica de la sala de seguridad, cerrada. Suvorov estaba protegido por un metro de acero, invulnerable a todo salvo a un obús de artillería.

- ¡Ja! Has fallado, asesino. Mis hombres pronto vendrán a acabar contigo, y lo veré en directo.- la voz del mafioso ruso llegaba de un altavoz.

Se oyeron explosiones y gritos por el pasillo.

- Tus hombres están ocupados con mis microminas. Y ahora…

Veloz como una serpiente, la chica se pegó a su espalda y le clavó una daga entre las costillas. La hoja atravesó tela y piel, pero antes de clavarse en el pulmón, Vigilante se zafó con una llave de judo. Pero la mujer le rodeó la garganta con sus piernas, fuertes como el acero. Cayeron al suelo. Vigilante intentó apuntarla con su pistola, pero la mujer le desnucó antes que pudiera disparar.

Se puso en pie, tosiendo aún.

- Lo siento, no pude impedirlo.- susurró al cadáver.

- Te creo.- antes sus ojos atónitos, el cuello de Vigilante salió de su ángulo antinatural para volver a su lugar normal. Antes que reaccionara, el justiciero le pegó una patada en el estómago que la dobló en dos.

Vigilante estaba encima de ella en un segundo. Desenfundó un arma y la disparo diréctamente a la cabeza.

- ¡Patricia! La has matado cerdo!- gritaba Suvorov desde el altavoz.- Pagarás por eso. Te haré comer tus propias entrañas.

- Cállate ya.- reventó el altavoz de un disparo. Luego con la misma pistola de clavos con que disparó a la mujer clavó dos estacas en la piedra alrededor de la sala segura. Los unió con una cadena.

Los guardias de Suvorov intentaron en dos ocasiones cruzar el pasillo. Sólo consiguieron dejar el pasillo lleno de heridos y moribundos. Los que no mataron las microminas, los liquidó Vigilante, parapetado en el quicio de la puerta. Las paredes estaban cubiertas de boquetes de impactos, y varias cañerías rotas mezcalaban agua con la sangre.

- Tú, Vigilante.- gritó el jefe de los sicarios.- ¡Ríndete! Se te acaba la munición y no tienes salida. Te mataremos rápido si lo haces.

- Eres muy amable. Pero mi vuelo está llegando.

La noche era ya negra. Todos oyeron el zumbido del gran helicóptero. Pero no vieron la cuerda con un garfio que colgaba de su tripa. En unos instantes, Vigilante lo cogió y lo sujetó de la cadena que había clavado en la sala de seguridad. Luego se cargó la mujer a hombros y trepó por la cuerda.

Los guardias dispararon enloquecidos por las ventanas,pero las ametralladoras del helicóptero les respondieron. Pronto el castillo ardía en varios puntos y Vigilante subía a la cabina.

- Eh, bienvenido a bordo, colega.- le saludó una mujer con una casaca de cuerno negro, con el emblema de un águila.- ¿Te ha gustado tu visita a Zandia?

- Oh, sí. El año que viene volveré aquí de vacaciones. Da gusto que seáis tan puntuales. Odio defenderme a cuchillo.

- Eh, Blackhawk Express(4) siempre llega a tiempo.

La mujer se puso a los mandos y pronto el helicóptero se alejó.


Base militar americana de Hamburgo.

El cirujano salió del quirófano. Vigilante, con las costillas vendadas y un collarín, esperaba fuera.

- ¿Y bien, doctor?

- Es una mujer muy fuerte. Una luchadora. Por suerte el clavo le trepanó el cerebro en el lugar exacto.

- ¿Ha conseguido sacar el parásito?

- Aquí está.- mostró un gusanito entre sus dedos.- Me preguntó qué es…

- Se llama Mister Mind(5)... – con un mechero, Vigilante lo quemó. Ardió en una llamarada y el cirujano lo soltó antes de quemarse los dedos.- … Y es un mal bicho. Un parásito que controla la mente de sus anfitriones. Suvorov se la puso para asegurar su sumisión. ¿Puedo hablar con ella?

- Deberá esperar ocho horas a que le pase la anestesia.

- Bien. Y recuerde que todo es secreto oficial.

Ocho horas., pensó. Puedo dormir. Y bañarme. Y comer… Sonó el transmisor que tenía implantado cerca de la trompa de eustaquio. Mierda de mierda de mierda.

- ##¡Vigilante! Blackhawk me informa que habéis rescatado a Patricia.##

- Así es. La acaban de operar y está perfectamente.

- ##No se cómo agradecertelo.##

- No quiero tu gratitud. Trabajas para mí, ahora. Hasta que no saldes la deuda estás a mis órdenes. Entendido.

- ##Hai.##- respondió muy seria la mujer en japonés.

- Bien. – Colgó.


Ocho horas después...

Patricia Trayce despertó en una habitación del hospital.

- ¿Dónde… estoy?

- A salvo. Libre de Suvorov. Te saqué el gusano del cerebro también. Disculpa si mi pistola de clavos fue directo al grano, pero no podía correr el riesgo que pasara de tu cerebro al mío.

- ¿Suvorov… está… muerto?

- No. Prisionero. Sabe demasiado de la mafia rusa como para matarlo. Mañana aparecerá algo confuso delante del Ministerio del Interior alemán. Le arrestarán y cantará de plano. Se creía tan seguro en Zandia que no ocultaba apenas sus fechorías.

- Es… mío… Quiero… venganza…

- Cuando esté recuperada tendrás tu oportunidad. Pero debes darte prisa. Mucha gente le tiene ganas.

- Tú… gracias…- A sus ojos afloraron lágrimas.

- No me las des, no lo he hecho por ti. Quiero algo de ti.

- … ¿Qué?...

- Tu nombre, Patricia Trayce. Tras la muerte de Adrian Chase fuiste la segunda Vigilante. Perdiste la pasión por la justicia por el camino, pero conservaste el nombre. Me lo darás.

- … Es… tuyo…

- Bien. Descansa.

Esperaba más de Trayce. Pero tendría tiempo de soltárselo cuando se recuperara un poco de su ordalia. En el pasillo encendió su cigarrillo. La televisión hablaba de unas niñas rescatadas de una red de tráfico de blancas y de un nido de mafiosos destruido en Zandia.

Ahora al hotel. Dormiría. Comería. Se quitaría el hedor a pólvora y muerte. Luego a América otra vez. Tenía asuntos que tratar con los Titanes.

Entonces oyó otra noticia: un atraco fallido a un banco en Lubeck había dejado a cinco delincuentes desesparados encerrados dentro con rehenes. Ya habían matado tres de ellos. Y matarían uno cada hora hasta conseguir salir del país.

- Mierda demierda de mierda.- gruñó. Encendió el comunicador.- Blackhawks, necesito un avión que me lleve a Lubeck en 30 minutos.

- ##Marchando, amigo.##

- Llámame VIGILANTE.- Y bajo la máscara, sonrió.


Referencias: 
1.- Zandia es una isla ficticia del universo DC localizada en algún lugar de Europa (algunas fuentes la situan en el mar Báltico mientras otras en el Mediterráneo). Es más conocida como la nación de origen del villano de los Nuevos Titanes Hermano Sangre.
2.- Como se ha visto en la serie de AT Los Titanes.
3.- Como sucede con otros personajes en el UDC han sido varios los portadores del nombre de "Vigilante". El primero de la era moderna (hubo uno anterior que vivió durante el lejano oeste) fue el fiscal de distrito Adrian Chase, quien sobrevivió a un atentado perpetrado por la mafia pero perdió a toda su familia. Desde ese instante decidió tomarse la justicia por su mano bajo la identidad enmascarada del Vigilante.
4.- Blackhawk Express es una compañia aérea especializada en transporte de mercancias fundada por los miembros supervivientes del legendario Escuadrón Blackhawk de la II Guerra Mundial. 
5.- Mister Mind es un antiguo enemigo del Capitan Marvel. Pertenece a una raza de gusanos procedentes del planeta Venus (¿¿??) con grandes poderes telepáticos.  

3 comentarios :

  1. Bueno, leído este relato dedicado al Vigilante tengo que decir algunas cositas
    1) Creo que el autor debió de echarle una revisadita, si a veces es un fastidio a mi me pasa, al escrito porque tiene unos cuantos errores ortográficos, que por suerte no dañan al escrito.

    Por otro lado, la historia ha sido realmente interesante, sumamente movida. Me ha encantado como sirve de introducción a este personaje, y como ha manejado elementos realmente interesantes, para hacer una historia de acción y antihéroes en un mundo como el DC tan lleno de nobles héroes; todo esto sin perder la perspectiva. Me ha encantado la aparición de los Blackhawks.
    En el mismo orden de ideas, siento que este es el inicio de una serie de relatos. Me ha dejado esa sensación, amén de vendernos al personaje. En fin, una historia realmente interesante y movida. En cuanto a la ilustración, pues yo conozco el arte de Ernesto. Realmente muy bien logrado, y bien robusto. :D

    Un relato que vale la pena. 100% recomendado.

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  2. Muy cierto, entretiene bastante como para seguirlo uno mas a mi lista! bien hecho!

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  3. Una portada realmente potente de Ernesto Treviño, vaya que sí. Me gusta mucho :)

    En cuanto a la historia, pues un excelente relato de presentación/origen del nuevo Vigilante, al cual ya conocerán quienes sigan la serie de Los Titanes del mismo autor, Roger Corbera. Una buena historia que durante tres cuartas partes destila pura acción de película de los 80 protagonizada por Stallone o el gran Chuck, para después al final, volver al mundo más intrincado de los superhéroes, con la aparición estelar de personajes clásicos como los Blackhawks o ese villano tan de moda últimamente. Quizá un poco "extremo" el disparo a la rubia con el objetivo que persigue, pero bueno, se perdona porque la historia en conjunto funciona bastante bien.

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