Elseworlds Man of Steel nº 12

Título: La mente del Mal (II): el Ultra-Humanita
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Moises Lopez
Publicado en: Mayo 2013

La necesidad termina creando extraños aliados. ¿Que amenaza haría que el  Hombre de Acero busque la ayuda de la persona que más odia en el mundo?
Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. Esta es la historia del hombre destinado a convertirse en el héroe más importante de todos los tiempos. Esta es la historia de...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

En capítulos anteriores: Mientras investigan un sorprendente descubrimiento científico, Lois y Superman son transportados a otra dimensión llamada "la Zona Fantasma", donde Clark encuentra atrapado a un antepasado suyo. No sin grandes esfuerzos consiguen regresar pero deben dejar al kryptoniano atrás.

Medianoche. La ciudad de Metrópolis duerme aprestándose al trabajo y la rutina que vendrá con el nuevo día… Sin embargo, el descanso no es un privilegio exclusivo para muchos. Sin ir más lejos, esa noche Clark Kent sufría una pesadilla mientras dormía, un desagradable sueño donde se veía combatiendo con su nuevo y más terrible enemigo: El Ultra-Humanita.

Ultra había sido un científico que trabajaba en LexCorp bajo las órdenes de Luthor. Un desgraciado accidente lo dejó inválido y pese a su enorme intelecto, Lex decidió prescindir de sus servicios, echándolo a la calle. Desde ese día, Ultra juró vengarse de él y demostrarle al multimillonario y ahora Presidente de los Estados Unidos que su accionar injustificado para con él había sido producto de los celos y la envidia por ser él (Ultra) muchísimo más superior que Luthor.

Para humillar a su antiguo patrón, Ultra decidió que lograría lo que éste no había podido hacer en todo éste tiempo: destruir a Superman.

Clark soñaba justamente con un enfrentamiento con el científico criminal donde Ultra se levantaba de su silla de ruedas, merced a su avanzada tecnología, y lo derrotaba. De alguna forma, el villano lograba robarle sus poderes y dejarlo por el piso, magullado y golpeado.

Mientras agonizaba, Ultra reía y prometía matar a Lois de manera lenta y brutal…

-¡Y no hay nada que puedas hacer para impedírmelo! – se mofaba, riéndose a carcajadas.

El sueño acabó bruscamente. Clark despertó sobre su cama, en su dormitorio, bañado en sudor. La pesadilla había sido tan real… demasiado real, para su gusto. Se levantó y se paró frente a una ventana, pensando en Ultra mientras veía el horizonte repleto de rascacielos de Metrópolis.

“He sido muy paciente hasta ahora”, se dijo, “permitiendo que Ultra ponga en peligro vidas inocentes en su tonta lucha personal conmigo. Incluso ahora, sé que él está ahí afuera, listo para volver a atacarme en cualquier momento. ¡Esto no puede seguir así! Tengo que ponerlo tras las rejas cueste lo que cueste… ¡Tengo que detenerlo!”

Al llegar la mañana, el primer rayo de sol encontró a Clark todavía de pie al lado de la ventana y mirando hacia la calle. Su determinación de ponerle fin a la amenaza de su nuevo y poderoso enemigo seguía férrea en su interior.




En el corazón de las Montañas Rocosas, había un centro de investigación científica adquirido hace unas semanas atrás a LexCorp por Smitech, una corporación títere usada para enmascarar al nuevo dueño de las instalaciones: el científico criminal conocido como Ultra-Humanita.

Un helicóptero llegó aquella tarde. No tardó en descender en el helipuerto y de su interior varios hombres bajaron un enorme cajón con ciertos objetos que Ultra había mandado a pedir, merced a los contactos que todavía tenía con LexCorp, a espaldas de su dueño.

El Dr. Hoffman, un colega y colaborador de Ultra, salió a recibir el cajón y lo trasladó hasta el laboratorio principal mediante un ascensor. Cuando entró, el villano estaba enfrascado en un solitario juego de ajedrez consigo mismo, mientras sonaba una música de Wagner por los altavoces de un cercano equipo de audio.

-¿Ultra? Llegó lo que pediste – lo interrumpió Hoffman.

Ultra no lo miró. Estudiaba sus peones y alfiles con sesuda concentración. Hoffman aguardó; sabía que su socio era un excéntrico. También que era de irritarse fácilmente cuando se lo molestaba más de la cuenta. Aguardar un momento no le haría daño a nadie.

Aprovechó ese instante para estudiar al otro hombre con la mirada. Físicamente, podía decirse que Ultra y Lex Luthor eran similares. Claro, los dos eran calvos… pero luego que conocías al científico, te dabas cuenta que aquello era una mera apariencia, nada más. Eran bien distintos.

Para empezar, Ultra yacía postrado en una silla de ruedas. Había sido un desafortunado accidente sufrido cuando todavía trabajaba para Luthor. Sin embargo, donde otros veían debilidad y compadecencia en aquello, para Ultra no suponía la más mínima diferencia. Su poder estaba en su intelecto, en su cerebro.

Su inteligencia era prodigiosa y a diferencia de Lex, Ultra la aprovechaba para el mal al máximo. No se escondía bajo la fachada de un caritativo filántropo devenido ahora en Presidente de la Nación, como sí lo hacía Luthor.

Con Ultra, estabas seguro de que el blanco era blanco y el negro, era negro. Por el contrario, Luthor jugaba siempre con el gris. Si bien Hoffman sabia el riesgo que corría al trabajar para los dos al mismo tiempo (obedeciendo a Ultra y traicionando a Luthor sin que él lo supiera) tenia bien en claro cuál de ambos llevaba las de ganar en aquello ser el “Big Bad” numero uno.

Ultra lo demostró al acabar pronto con su solitario juego de ajedrez.

-Jaque Mate – dijo, colocando la pieza final en su lugar. Miró a Hoffman con una sonrisa triunfal – No está nada mal. Me ha insumido tan solo quince minutos. Seguramente la próxima vez me llevara solo diez… y la próxima cinco. Mi cerebro se adapta, Karl. Aprende. Con cada jugada, el próximo movimiento se vuelve claro y fácil… así es con todo en mi vida.

-Ha llegado lo que pediste – repitió Hoffman, pero Ultra volvió a ignorarlo. Movió su silla de ruedas hacia un gran ventanal y siguió el ritmo de Wagner con las manos mientras cerraba los ojos. Por la expresión de su rostro, se diría que disfrutaba con aquella pieza musical clásica muchísimo.

-¿Sabes qué es lo que me gusta de Wagner, Karl? – preguntó. Era una retórica, por supuesto. Se respondió a sí mismo – Lo épico. Su estilo musical evoca en mi mente grandes escenas de batallas de los héroes de la mitología escandinava, de sus poderosos dioses – hizo una pausa. Saboreó el tema – Es curioso, pero mientras yacía postrado en el hospital después de mi accidente y de que los médicos me dijeran que nunca más iba a poder volver a caminar, fue la música de Wagner, su épica, lo que me ayudó a seguir adelante. Lo que me demostró que lo que hace grande a un hombre no son sus piernas ni su masculinidad, sino su mente, sus ideas, sus metas. Y comprendí, Karl, que yo tenia metas, grandes metas. Oh, sí. Comprendí que mi destino no era justamente quedarme atado de por vida a una silla de ruedas, sino convertirme en lo que más anhelaba, en lo que más deseaba: un superhombre.

Hoffman enarcó una ceja. Ultra rió ante la turbación de su colega y se explicó.

-No me malinterpretes. No esa clase de superhombre(1) , sino uno cuyo intelecto lo fuera todo. Yo vivo por y para la mente. Mi cerebro es el órgano más valioso de mí mismo, lo único que vale la pena. ¿El resto? Una mera circunstancia. Huesos, apéndices y músculos que pueden ser descartados.

Hoffman guardó silencio. No tenía nada que agregar a la disertación casi filosófica de Ultra. En todo caso, era muy avanzada para que él la entendiera por completo.

-¿Han llegado los componentes que ordené? – Ultra pareció recordar la noticia que estaba esperando. Hoffman señaló al cajón.

-Así es.

-Excelente. Me imagino que desde LexCorp no sospechan nada…

-Puedes quedarte tranquilo. Sobornamos bien a nuestros contactos. No abrirán la boca.

-Es irónico, si lo piensas. Robarle al Presidente de USA en sus propias narices – Ultra sonrió – y que nunca se entere. Para cuando ese sarnoso de Luthor lo sepa, ya será tarde. Tanto para él como para ese odioso bienhechor insoportable de Superman.

Ultra condujo la silla hacia al lado del cajón. Lo miró con interés.

-Empecemos, Karl. Ábrelo.


Superman volaba sobre Metrópolis. Se dirigía lentamente hacia la torre del edificio de LexCorp.

“Quizás sea inútil, pero debo intentarlo. Luthor es el único que puede ayudarme a ir tras Ultra. Ya una vez LexCorp me ayudó con ese asunto de Brainiac(2) . A lo mejor tengo suerte y la cosa puede repetirse”, pensó.

Desgraciadamente para él, Lex no estaba en el edificio. De muy mala manera, su representante encargado de la empresa lo invitó a marcharse por donde había venido. Antes de irse, Superman consiguió escuchar con su súper-oído una conversación en los pisos superiores donde se mencionaba que Luthor estaba en Houston, cumpliendo con su agenda presidencial asistiendo a la inauguración de una fabrica totalmente automatizada. Sin perder el tiempo, el Hombre de Acero emprendió el vuelo hacia allí.

Desde una ventana en el rascacielos, varios empleados de Lex lo vieron perderse en la lejanía. Uno de ellos levantó un teléfono y se dispuso a avisar a la gente que rodeaba al Primer Mandatario para que estén alertas de que Superman iba para allá. La comunicación se cortó abruptamente.

-¿Hola? ¡Hola! – gritó el hombre, con el teléfono en la oreja.

-Tenemos un problema – avisó una secretaria sentada frente a su computadora - ¡Mi terminal muestra tonterías!

En la pantalla del ordenador, una serie de símbolos algorítmicos desfilaban en cascada. Lo mismo sucedía en todas las computadoras de LexCorp.

-No entiendo – dijo un operario - ¿Es una especie de virus? ¿Nos han hackeado?

-¡Toda la red de comunicación interna está muerta! – soltó alguien - ¿Qué demonios ocurre?



-Hecho. Todos los sistemas de transmisión de LexCorp están cerrados, tal y como querías, Ultra – dijo Hoffman, desde una computadora maestra.

-Mantenlo así y asegurate de que nadie pueda rastrear el origen del problema – Ultra se volvió hacia un rincón del laboratorio - ¿Cómo se siente, Sr. Corben?

-Pues… aburrido. ¿Cuándo podré moverme? – preguntó alguien.

-¡Paciencia, paciencia! Primero debemos asegurarnos de que nuestras piezas estén en posición. Esto es como en el ajedrez, ¿sabe? Primero posicionas todos tus peones y alfiles, y luego empiezas a hacer tus movimientos. Dígame, Corben… ¿Le gusta el ajedrez?

-Francamente, Doc, me aburre. Antes que ponerme con eso, preferiría follar.

Ultra se rió.

-A mí también, pero me temo que esa es una de tantas cosas que no tendré el privilegio de volver a hacer – señaló la mitad de su cuerpo para abajo, invalida. Luego, al tablero de ajedrez – Creame. Una partida es más estimulante que un buen polvo. Se lo digo por experiencia.

-Siento interrumpir – dijo Hoffman - ¿Qué hacemos ahora, Ultra?

-Iniciar la fase dos de nuestro plan, por supuesto – Ultra tomó una pieza- Ir a por la Reina… o, en este caso, un Presidente.



La planta estaba ubicada al norte de Houston, Texas. Al lugar se dieron cita todos los medios de comunicación locales y enviados a nivel nacional. La comitiva era guiada por un técnico jefe y rodeada por numerosos guardaespaldas del Servicio Secreto. En el centro de la escena y con un casco de trabajador sobre su calva cabeza, Lex Luthor, el ahora Presidente de la Nación Norteamericana posaba para las fotos, mientras contemplaban el funcionamiento de los robots en la línea se ensamble de partes…

-¡Y lo mejor lo dejamos para el final, señor Presidente! – dijo alegremente el técnico guía – Como usted y los miembros de la prensa pueden ver, con ésta nueva planta totalmente automatizada en marcha, podemos pasar de proyecto a producto terminado en menos de un día… ¡Sin un solo esfuerzo humano! Incluso, el mantenimiento lo realizan los mismos robots. Ahora fabricamos prototipos del nuevo vehículo que pronto estará en el mercado. Unos automóviles geniales que no disponen de combustibles fósiles y que son económicamente costeables. ¡Todos estarán listos para la prueba antes de que usted vuelva a Washington o a Metrópolis hoy!

Luthor sonrió. Lo hizo estudiadamente para las cámaras.

-Es excelente, Travis. Es todo cuanto esperaba. La nación se beneficiara muchísimo de esto. ¡Es la revolución de la producción automotriz! – se volvió hacia los periodistas – Caballeros… ¿Alguna duda? ¿Preguntas? – un reportero alzó la mano – Sí, usted.

-Tim Dale, del “Excelsior”, señor Presidente. ¿Qué responde a las críticas de la oposición que dice que ésta nueva iniciativa de reemplazar gente por robots es un error, puesto que dejaría a miles de obreros sin trabajo?

-Pues le diría a la oposición que mienten descaradamente y que, por el contrario, la automatización es un beneficio a largo plazo. Además, como creo que usted y todos los aquí presentes bien saben, no se ha despedido a un solo obrero.

-¿Qué pretende hacer con los trabajadores, señor?

-Reasignarles nuevos puestos y con mejores pagas. Triplicarles el sueldo y mejorar sus planes de cobertura médica y social. No pienso dejar en la calle a ningún norteamericano, señor Dale – Lex sonrió - ¿Alguna otra consulta? – otro periodista elevó la mano – Dígame.

-Señor Presidente, es increíble lo que se ha logrado aquí con el proceso de automatización, pero mi consulta es: suponga que hubiera un fallo de diseño que interfiere con la producción de montaje…

-Vamos por partes. Antes que nada, veo que es usted muy joven. Debe ser nuevo en su trabajo, ¿o me equivoco?

-Eh… este… Sí, señor Presidente. ¡Quiero decir, no! Es decir… sí, soy nuevo.

Luthor volvió a sonreír.

-Sus colegas le explicaran entonces que antes de hacer una pregunta, debe usted presentarse y decir a qué medio pertenece…

El periodista enrojeció. Lex disfrutó el momento. Nada mejor para empezar el día que humillar a alguien inferior. Claro que a ojos de la gente, se vería como una amistosa y hasta casi educada forma de corrección a un periodista novato por parte del Presidente de los USA.

-¡Ah! Sí, sí… Claro, señor… Soy, ah… Howard Sherman, del “Tribune”- se apresuró a decir el reportero. Luthor asintió. Se volvió hacia su técnico jefe.

-Travis podrá responder mejor a su pregunta, señor Sherman. ¿Travis?

-Es imposible que hubiera una falla – explicó, tomando una Tablet-PC en las manos – Antes de apretar la primera tuerca, el sistema produce su propia simulación de todo el proceso de montaje de manera virtual en tan solo un minuto.

Travis tocó algunos comandos en la pantalla de cristal líquido. Mientras lo hacía, continuó explicando.

-Si hay un problema, cosa improbable, nos lo informa. Constantemente recomprueba los planes y hasta la IA sugiere mejoras. En este momento estoy entrando en el sistema para poderles mostrar cómo funciona.

-¡Dudo que puedas enseñarnos nada que supere a esto, Travis! – Lex rió. Su técnico jefe por el contrario se quedó helado - ¿Sucede algo?

Travis le pasó la Tablet a Luthor. Había un mensaje para él allí. La pantalla decía: LUTHOR, ¡ESTÁS MUERTO!

-¿Acaso esto es una broma? – disgustado, Lex miró a Travis. El hombre tartamudeó, sin saber qué decir.

Al poco no importó. Un brazo robótico se extendió y atrapó la cabeza del técnico para aplastarla como una nuez, ante la aterrorizada mirada de todos los presentes.

Aquello fue el inicio del caos. De repente todos los robots de la planta enloquecieron y atacaron a las personas. Otros procedían a destruir el lugar.

Luthor buscó refugio en sus guardaespaldas. Les ordenó sacarlo de ahí. Mientras los miembros de la prensa huían como podían, Lex y su gente intentaban un desesperado escape por la salida de emergencia.


Podría decirse que Luthor tenía un Dios aparte. En ese momento, sobre el cielo de Houston, Superman llegaba volando hacia la planta. Lo primero que oyó fue una sirena sonando en la distancia. Al acercarse al edificio vio gente que salía huyendo de dentro de él despavorida y no lo dudó ni un instante. Un vistazo rápido con su visión de rayos X le demostró que algo malo pasaba ahí dentro y que Luthor había quedado atrapado en medio del caos.

El Hombre de Acero se zambulló a toda velocidad en dirección a la planta. Entró destrozando una pared. Lo hizo justo a tiempo cuando unos lásers industriales automatizados apuntaban a Luthor y disparaban…

Interponiéndose, Superman evitó la muerte de Lex y sus guardaespaldas escudándolos con su cuerpo de las mortíferas descargas de energía.



A través de un sistema de vigilancia privada hackeado, en su guarida, Ultra seguía paso a paso lo que ocurría, junto a Hoffman. Si la aparición de Superman lo sorprendió, su rostro no lo demostró.

-¿Ultra? ¿Qué hacemos? – Hoffman lo miró, expectante. Por supuesto, pese a todo, el hombre en la silla de ruedas era el jefe. A ver cual era su siguiente movimiento gracias a ese imprevisto.

Ultra volvió la vista a su tablero de ajedrez. Tomó un caballo. Lo observó detenidamente.

-La vida está llena de imprevistos – dijo – Una cadena de ecuaciones en apariencia erráticas y caóticas. Sin embargo, tengo un plan de contingencia, dado el caso – colocó la pieza en el tablero – Hoffman, conéctame.

-¿Conectar? ¿Qué pretende ahora, Doc? – preguntó la voz de la persona en un rincón del laboratorio.

-Solo tomar un papel más personal en esto, señor Corben – explicó Ultra, mientras Hoffman le colocaba una serie de cables con electrodos en la cabeza – Mediante las avanzadas computadores que disponemos, me conectaré mentalmente al sistema de la planta, controlándolo. Serán mis pensamientos y mi cerebro los que comandaran a las maquinas. ¿Todo listo?

-Todo listo – Hoffman se acercó a su terminal de computadora. Aguardó la orden.

-Hagámoslo.



Superman había acabado con los lásers. En ese momento, un gran robot que estaba cerca dejó de destruir el lugar para focalizarse en él. De un golpe demoledor, aturdió al superhéroe, dándole la oportunidad a otros autómatas como él de unirse en la refriega. Todos juntos pretendieron acabar con Superman aplastándolo contra el piso.

Luthor ni siquiera se quedó a ver aquella escena, la cual habría festejado en otra ocasión. Junto con sus guardaespaldas, se dirigieron a la salida de emergencia, escapando al fin del lugar.

Cuando parecía que perdería, el Ultimo Hijo de Kryptón halló fuerzas y se impulsó hacia arriba, destruyendo a varios robots haciéndolos estrellarse los unos con los otros, y utilizando su visión de calor.

“¡Estos monstruos mecánicos pegan duro!”, pensó, “Tanto, que casi juraría que los guía una mano humana. ¿Pero quien? Está claro que esto es un sabotaje a la planta…”



En su guarida, Ultra frunció el ceño peligrosamente. Los electrodos en su cabeza le daban un aspecto bizarro y hubieran resultado graciosos, de no ser por la expresión en la cara del hombre que los llevaba puestos.

-Superman es muy tozudo. Una variante muy interesante – comentó.

-Dígamelo a mí – dijo la voz desde el rincón de la sala – Todavía recuerdo nuestro primer y único enfrentamiento.

-Ah, noto desesperación y amargura en su tono, Sr. Corben. Paciencia. Ya tendrá posibilidad de una revancha. Ahora… ahora asestemos un duro golpe.



Unas órdenes fueron impartidas en la computadora por el cerebro de Ultra. Se transmitieron a la planta, donde unos tubos de gas abrieron sus válvulas automatizadas.

Superman sintió el olor a gas, pero ya era tarde. Su visión de calor, enfocada hacia los robots, encendió el aire y todo reventó en una descomunal explosión que hizo sacudir a media Houston.


Momentos más tarde, los bomberos apagaban el incendio y los paramédicos atendían a los heridos. Superman, ileso pese a la gran explosión, contemplaba el desastre a cierta distancia. Pensativo, divisó a Luthor dando una apurada conferencia de prensa en el lugar y cuando ya se marchaba, fue a abordarlo…

-Luthor, necesito hablar contigo.

Los hombres del Servicio de Seguridad presidencial le impidieron acercarse. Lex lo miró con frialdad.

-¿Qué quieres?

-Sé que esto fue intencional. Alguien saboteó a tus robots en un intento de matarte.

-No me estas diciendo nada nuevo.

-Tengo un sospechoso, Lex. Alguien que te odia tanto a ti como a mí, y que podría haber hecho este ataque.

-¿Quién?

-El Ultra-Humanita.

Luthor rió.

-¿Ese chiflado lisiado? ¿Él? ¡Por favor! ¡Apenas es una amenaza!

-Ultra puede estar postrado en una silla de ruedas, pero no es alguien para tomárselo a broma – insistió Superman – Ha jurado destruirnos a ambos. Necesito tu ayuda para encontrarlo y detenerlo.

-De ninguna manera – Lex le dio la espalda. Avanzó con su sequito hacia una limusina negra – Sabes perfectamente que ésta gestión de gobierno no apoya tus actividades metahumanas. Adiós. Espero no volverte a ver de nuevo rondándome. De lo contrario, lo tomaré como una serie amenaza presidencial.

Luthor se marchó en su limusina. Una escolta policíaca nutrida lo acompañó.

Superman se cruzó de brazos, descontento. Sin más que hacer allí, también se marchó de Houston volando.


De regreso en Washington, Lex se enteró del mal funcionamiento de la red de comunicaciones de LexCorp. Al parecer la habían hackeado deliberadamente desde el exterior. Pidió entonces hablar por teléfono directamente con su mejor experto en Informática, desde el Salón Oval.

-¿Hoffman?

-Señor Presidente…

-Algo ha atacado a la red de comunicaciones. Necesito que te ocupes. También que protejas todos los archivos gubernamentales en línea y la red del Pentágono. ¡Lo único que falta es que los terroristas se aprovechen de éste lío para atacarnos!

-Quédese tranquilo, señor. Ya mismo me pondré con ello.

-Muy bien. Una cosa más, Hoffman…

-Dígame.

-Quiero que me envíes los archivos que tenemos en LexCorp sobre el Ultra-Humanita.

Silencio en la línea.

-¿Sospecha de él? – preguntó Hoffman.

-Una corazonada… Haz lo que te pedí.

-Si señor.

Luthor colgó. Serio, miró hacia el exterior de la Casa Blanca. Estaba muy preocupado.


Hoffman se volvió hacia Ultra.

-Luthor sospecha de ti – dijo.

El científico sonrió. Tomó otra pieza de su tablero de ajedrez. La movió.

-Previsible. Eso no importa ahora. Lo importante es seguir con el plan. He estado pensando mucho en lo que te dije, Karl. Aquello de que mi cerebro es el único órgano más valioso de mi cuerpo… y he llegado a la fascinante conclusión de que para desarrollar todo mi potencial, éste físico no me basta… necesito hacer ciertas mejoras.

Hoffman asintió. Ultra suspiró.

-Para ello y para que mis planes de venganza sigan en marcha, necesitare mucho de su inestimable colaboración, señor Corben.

La figura metálica salió de las sombras del rincón de la habitación. Se trataba de un cyborg, un organismo cibernético con su esqueleto de metal al descubierto.

-¡Corben era mi viejo nombre, Ultra! ¡Ya sabes como has de llamarme ahora!

Ultra sonrió.

-Para llevar con éxito mis planes, necesitare de toda tu ayuda… ¡METALLO!

Continuará


Referencias:
1.- Evidente juego de palabras. Aquí Ultra hace referencia a Superman, quien, recuérdese, es “Superhombre” en inglés.
2.- Sucedió en mi Fanfiction “Man of Steel: Last Son of Kryptón"

No hay comentarios :

Publicar un comentario