La Cosa del Pantano nº 02

Título: De sangre y huesos
Autor: Alex Ogalla
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Noviembre 2013

Del útero de la ciénaga sale cubierto de sangre y agua un pavoroso ser con un sólo objetivo: traer el horror a Houma, Louisiana. Y está únicamente en manos de la Cosa del Pantano la posibilidad de detenerlo. Pero ¿a que precio?
Una vez creyó ser un hombre. Pensó que era Alec Holland quien, trágicamente, había terminado convertido en un monstruo. Pero ahora conoce la verdad. Él es un ser Elemental, conectado con toda la vida vegetal de este planeta Él es…
Creado por Len Wein y Berni Wrightson


Existen lugares en el infierno que funcionan como feudos independientes. Uno de esos feudos, no se parece en nada a la imagen que aparece en nuestra mente cuando hablamos de ése inframundo. El lugar donde vive su señor, está colmado de gigantescos árboles muertos en cuyas retorcidas y negras ramas los ahorcados gimen y se balancean por toda la eternidad. De cuervos descarnados con picos sanguinolentos que sobrevuelan el lugar dejando olor a carroña a su paso. De mantos de hojas muertas que, como resecas alfombras, llegan hasta un pequeño pantano oscuro y cenagoso que hay en su centro. Y justo en el mismo centro de la ciénaga, se yergue una gran piedra de superficie plana con laterales astillados cuyo color se asemeja a la sangre seca. Pensativo sobre su cima permanece sentado el amo del lugar. Un lugar donde el tiempo carece de sentido y el único entretenimiento de su señor es sentirse realizado con sus actos. Ahora mismo, en este momento, La Cosa del Pantano se ha convertido en su objetivo y el señor feudal se siente poderoso como el gato que aterroriza a golpes al ratón antes de devorarlo.

El Amo de la Ciénaga sale de su abstracción, ha terminado atar el último cabo de su plan y sonríe. Alza las palmas de las manos hacia arriba y con su dura y afilada uña del pulgar izquierdo, abre un corte en la palma de la otra mano. Sangra.
Extiende el brazo hacia su derecha con la intención de que una gota de su extraño líquido vital caiga en la ciénaga. Es ambarino y su alta densidad, parecida a la savia, provoca que tarde en caer. No hay prisa, el tiempo carece de sentido.
La viscosa gota termina por desprenderse y se hunde en las putrefactas aguas buscando reposo en el limo. En un instante, la onda que ha provocado en la superficie va creciendo mientras toma un color azulado que se va intensificando conforme aumenta. La onda termina por chocar contra las orillas de hojarasca y éstas se apartan como si un fuerte viento hubiese soplado sobre ellas. Se sigue abriendo paso hacia el exterior a través de los árboles, moviendo y partiendo violentamente sus podridas, pero extrañamente fuertes, ramas. Zarandeando a los ahorcados y haciendo que caigan al suelo. La dicha de los ahorcados, al verse liberados, es momentánea ya que éstos son rápidamente capturados por negras raíces que los arrastran hasta el interior de la ciénaga y los hunden en sus corruptas aguas.

Lentamente, los ahorcados son despellejados, descarnados, desangrados y finalmente deshuesados por una fuerza invisible. Sangre, vísceras y huesos acompañan a los jirones de piel que viajan con la rapidez de un espermatozoide en dirección a la gota de sangre ambarina que espera, como un óvulo, en el fondo de la ciénaga.
Una masa de carne va tomando forma alrededor del sanguino óvulo conforme los pedazos de tejidos se van adhiriendo. Desde el exterior, las bulliciosas aguas dan la sensación de tener una manada de pirañas hambrientas en su vientre.

Minutos más tarde, del útero de la ciénaga sale cubierto de sangre y agua un ser con apariencia humana. Es alto, fuerte y se adivina, fácilmente por sus cicatrices, que está formado por decenas de cuerpos diferentes. Lleva el dolor y el sufrimiento de los ahorcados en sus negros ojos.
El ser se postra ante la piedra del centro de la ciénaga y espera con la cabeza agachada. El señor feudal salta enérgicamente desde la roca para caer de pie junto al él.

- Levanta, hijo. -Dice el amo del lugar con voz gutural.
- Sí, padre. - Responde lentamente el ser mientras contempla el lugar.

El padre examina al vástago con gran atención. Recorre con la mirada todo su cuerpo mientras asiente con aprobación. Por último, le abre la boca y examina los afilados colmillos. Un vampiro excelente, piensa.


La jefa de Abigail era reacia, en principio, a la idea de que La Cosa del Pantano reparara el jardín de la escuela para niños especiales. No tenía ninguna duda acerca de su capacidad para llevar a cabo la tarea. Temía la reacción de los niños.
Si bien es cierto que al principio sintieron miedo, éste fue rápidamente sustituido por curiosidad y más tarde por confianza. El milagro se produjo gracias a la afinidad que sentían por Abby.
Visto el resultado con lo pequeños y el avance del jardín, la directora de Elysium Lawns quedó más que convencida.
El que nunca estuvo convencido del todo fue La Cosa. Aquel escenario se alejaba mucho a su lugar de descanso. Pero Abby insistió en ello. La escuela apenas contaba con medios económicos para contratar a un jardinero y le pareció que Alec necesitaba una ocupación mientras no tuviera que estar luchando.
La Cosa se había tomado la recuperación del jardín con calma, dando a la naturaleza el tiempo necesario para hacer crecer la vegetación. Durante los dos primeros días que estuvo allí lo más desconcertante fue el contacto, aunque sólo a nivel visual, con los niños. Se sorprendió a sí mismo al recordar, con nostalgia, aquella vez que combatió contra las fuerzas de Gotham para recuperar a Abigail. Una pequeña niña rubia se acercó ofreciéndole flores. Aceptar sus flores y subirla sobre su hombro fue un gesto que alejó de él ese aura de monstruo y las gentes lo abrazaron y tocaron.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pensó.

Sinuhé era al que más le había costado adaptarse a la situación, pues era víctima de terrores nocturnos. Se acostumbró a ver al monstruo allí, en su terreno, tan cerca, sin dañar a nadie, siendo amable, silencioso y tranquilo.
Este hecho provocó en él la desaparición de sus pesadillas, pues le quedó patente que el aspecto exterior no dictaba el interior.

Día tras día, Sinuhé recortaba la distancia entre ambos, hasta que estuvieron a medio metro uno del otro. La Cosa se encontraba arrodillado trabajando en un parterre, observó al crío. Lo veía como un pequeño y asustado pájaro que se espantaría a la mínima perturbación. Hizo sus movimientos más lentos de lo habitual, no le miró directamente a los ojos y le habló con suavidad.

- ¿Puedes acercarme aquella albahaca?

El niño lo miró y volvió la cara al montón de pequeñas macetas que esperaban, ordenadamente, ser trasplantadas. Se encogió de hombros.

- Son las que tienen los tiestos de color azul. Los verdes son hierba buena, los amarillos son romero y los negros, tomillo. - Explicó La Cosa y continuó diciendo: - Esta zona de aquí será un lugar cargado con los bellos aromas que despiden estas plantas comestibles.

Sinuhé afianzó sus diminutas gafas de pasta roja, contra su nariz. Se dirigió hacia las macetas, se agachó y agarró la albahaca. Paseó su pequeña nariz por las demás plantas antes de encaminarse hacia La Cosa. Le entregó, en mano, la maceta con el suficiente esmero para no tocarlo.

- Me gusta como huele la hierba buena. - Dijo. Y ésa fue la primera frase que pronunció en meses.

La Cosa sonrió para sus adentros.

- ¿Qué es eso? – Preguntó Sinuhé señalando unos pequeños brotes del suelo.
- Esos son brotes de caña de azúcar. Necesitan mucha agua. Ya verás lo rápido que crecen y lo sabroso que está su jugo.

La extraña pareja no sabía que eran observados de lejos, concretamente desde la sala de estar de los profesores, por Abby y su jefa.

- Es algo desproporcionado ¿No crees? - Pregunta la directora.
- ¿Qué? - Preguntó Abby.
- Tener a tu pareja arreglando el jardín es como tener a un astronauta fabricando avioncitos de papel.
- Se lo pedí. Le dije que así podíamos pasar más tiempo juntos. Es bueno que tenga una distracción mientras no tenga que... - La expresión de Abby cambió radicalmente.
- Es como tener un marido policía ¿eh? - Afirmó la directora.
- Sí, supongo que sí.


En la ciénaga, un vampiro recién nacido es aleccionado por su creador.

- Un vampiro puede crear a otro vampiro si respeta el ritual. Deja a la víctima al borde de la muerte succionando su sangre. Justo antes de que muera, dale tu sangre de beber. Una vez muere has de permanecer, en contacto físico, con él hasta que despierte a su nueva vida.
- Comprendo, padre.
- El último paso del ritual provoca que la víctima conserve su identidad, su raciocinio y anula la corruptibilidad de la carne muerta. No quiero que realices este último paso.
- Así lo haré.
- Ven, es hora de enviarte al otro plano.

El amo del lugar prepara un ritual harto peligroso para sí mismo, pues sabe que el esfuerzo de transportar un ser a otra dimensión lo va a dejar consumido y tardará bastante en recuperarse. Pero seguir con este juego se ha convertido en algo adictivo. Los riesgos serán recompensados, piensa.


En unas pocas horas una perturbación sacude el mismísimo infierno y no pasa desapercibido para aquellos con gran poder que allí residen. Otra ola de perturbación llega a nuestra dimensión y que, en mayor o menor medida, afecta a los seres excepcionales.
Madame Natasha, la usurpadora de cuerpos, corta de inmediato su conexión con el más allá durante una sesión de espiritismo. Red Cloud Thunder, el último de los Sioux Catabaw, decide retrasar el ritual de invocación de sus ancestros por una corazonada. Daniel Palermo, el hombre lobo inmortal, se detiene aturdido justo antes de atacar a la presa que acechaba. Incluso el humanoide, resultado de un experimento científico llamado Adaneva, siente la perturbación.

La Cosa del Pantano también la siente y adivina que Constantine debe estar al llegar. Se apresura a salir de la escuela para encontrarse con él en el exterior. John puede resultar algo siniestro.
Abby lo ve marchar y sabe perfectamente por qué se marcha. No sale en su busca, las despedidas son siempre dolorosas.

En el exterior de la escuela, La Cosa espera pacientemente a Constantine el cual se retrasa más de lo normal. Dos horas después, en uno de los cortos recorridos que realiza La Cosa durante la espera, encuentra un pequeño pájaro muerto en duro suelo asfaltado. Piensa que puede haber sido un golpe de calor. En su cabeza no puede evitar relacionar al pequeño y frágil pájaro con Sinuhé. Se obliga a alejar ese pensamiento de su cabeza dirigiendo su atención al animal.
En el pecho de La Cosa se abre una apertura y éste introduce al pájaro dentro de sí. No hay necesidad de desperdiciar sus nutrientes en descomposición. La vida renace una y otra vez en miles de versiones diferentes cada segundo.

- ¡Eh, verdoso! - Grita una voz a su espalda.
- Hace tiempo que te espero, John. ¿Qué ha sucedido?
- Eso he estado averiguando. Tenemos problemas de los gordos. Deadman me ha dicho algo ha sido expulsado desde el infierno a esta dimensión, pero no sabe qué. La energía usada para ello ha sido tremenda. Tendremos que andar con los ojos bien abiertos. El epicentro ha sido aquí mismo, en Louisiana. He quedado con Madame Natasha para que nos ayude a localizar el foco.
- Creía que Natasha pertenecía a "los malos".
- Natasha sólo pertenece a sí misma. Hace el mal para conseguir su eternidad pero lo compensa trabajando para nosotros en contadas ocasiones. Ella mantiene un extraño equilibrio que le permite no ser condenada. Ahora nos hará unos favores y estaremos en deuda con ella.
- No puedo creer que negocies de esta manera.
- ¡Pues acostúmbrate! Esto es una guerra continua, no te equivoques. - Sentencia Constantine y continúa preguntando. - ¿A qué hueles? ¿A podrido?
La Cosa del Pantano no responde.

La oscuridad que trae consigo la noche, cae rápidamente sobre la ciudad envolviéndola como una negra y fría manta húmeda, tragándose los destellos de las estrellas y enturbiando el reflejo de la Luna en una espesa neblina.
La negrura se acentúa conforme pasan las horas y las luces artificiales parecen reacias a brillar con todo su fulgor. Cerca del lago, en la entrada de una antigua cabaña abandonada, se dibuja la silueta de hombre.
Éste titubea antes de dar el paso que lo llevará al exterior. Un lugar conocido por la carne que lo compone y sin embargo nunca visitado como un sólo ser.
El pie izquierdo cruza el umbral, le sigue el pie derecho arrastrando del resto de cuerpo. La poca luz de Luna que regaba, con timidez, el lugar desaparece.

El vampiro se concentra y escucha, a lo lejos, el ruido de fondo de la ciudad medio apagada. Mientras, una parte de la población intenta, con mucho esfuerzo, conciliar el sueño. El ambiente es extrañamente opresivo. Los noctámbulos pasean buscando infectos bares donde regar sus maceradas gargantas mientras ahogan sus miserias en el fondo del vaso o en una buena pelea. Otros buscan evadirse en cócteles de drogas psicotrópicas o entre los muslos de una insana prostituta. Reclutas perfectos, piensa el vampiro.
Le atrae la luz parpadeante de un neón que anuncia sexo barato y decide entrar. Le recibe una mujer afroamericana mascando chicle con la boca abierta. Ella escupe el chicle al suelo antes de hablarle.

- No eres de por aquí ¿verdad?
- No. - Contesta con voz grave y ajada.
- Sígueme. - Le dice mientras camina delante de él por un angosto pasillo sucio - ¿Eres camionero?
- No.
- Bueno, es igual. Mi tarifa es …
- ¡No!

Antes de que la mujer termine su frase el vampiro le agarra la cabeza por detrás y la golpea, con fuerza, contra la pared. La mujer queda inconsciente en el acto pero no cae al suelo. El vampiro aun la tiene agarrada por la cabeza. Es menos que un títere en sus robustas manos.
El vampiro muerde con ganas en la base del cuello y arranca un bocado tan grande que se lleva parte del trapecio. La sangre sale a borbotones. Bebe y nota que no es simplemente sangre lo que entra en su cuerpo; es la vida.
En su enfermo cerebro la sensación queda registrada como el placer absoluto y sus endorfinas estallan regándolo todo como una tormenta tropical. Casi no puede aguantar la sensación de ir en busca de más. Pero debe hacer lo que su creador le ha ordenado e introduce su sangre en la boca de la chica. En segundos, el cuerpo de la muchacha tiembla como si la epilepsia se hubiese apoderado de ella. Él sonríe, tiene ante sí un edificio lleno habitaciones con humanos en su interior. El ansia pierde freno, la fiesta acaba de empezar.

La Cosa y John llegan a su cita con Madame Natasha. La última vez que Constantine la vio era un anciana setentera. Ahora posee el cuerpo de una chica joven.
Ella les invita a pasar y les lleva hasta la sala de reunión en absoluto silencio. Los tres toman asiento alrededor de la mesa circular. No hace falta unir las manos para comenzar con la sesión de espiritismo, los tópicos son únicamente para los clientes.
Natasha se concentra y cierra sus ojos fuertemente. Su respiración se hace profunda, sosegada y, sin embargo, su ritmo cardíaco va en aumento.

Su consciencia de desplaza entre las almas que han quedado atrapadas en el limbo terrenal. Almas envidiosas que nos observan vivir, que están presentes mientras comemos, vemos la televisión o hacemos el amor y ello hace que se arraigan más a este plano de existencia. Natasha se funde con las envidiosas almas y ve lo que ellos ven, sabe lo que ellos saben. Ningún secreto está a salvo de estos entes y, por tanto, de ella.
Sigue el rastro de un extranjero lúgubre que llegó hace pocas horas a la ciudad. El camino la lleva ante uno de los prostíbulos de la zona sur, se decide a atravesar la puerta pero no puede. Una extraña fuerza, no física, impide el paso al edificio. Lo envuelve en un extraño campo de fuerza.
Natasha hace un esfuerzo por atravesar el umbral, no lo consigue y su cuerpo sangra por la nariz. La Cosa advierte el sangrado y avisa a Constantine el cual permanece con los ojos cerrados.

- ¡John! – Exclama en un fuerte susurro.

Constantine abre los ojos, exaltado, y estos pasan de La Cosa a Madame Natasha en un segundo. Salta de la silla como un resorte y se ubica tras ella. Coloca las manos sobre sus hombros y comienza a transferir parte de su energía. Como si de un grifo se tratara, Constantine va aumentando el caudal de transferencia lentamente. El ente de Natasha lo nota y espera el momento oportuno para ejercer presión contra el umbral. Una vez recaba toda la energía posible, lo proyecta en una única descarga que hace estallar la puerta en pedazos. La energía que protegía el lugar ha caído. Natasha se desplaza al interior y se encuentra con un espectáculo dantesco. Mas de una veintena de lo que hasta hace poco fueron personas, se agolpan en el pasillo intentando salir a la calle. La explosión en la puerta de entrada ha tirado a muchos al suelo. El resto los pisotean mientras se abren paso hacia el exterior. Natasha no da crédito a lo percibe. Trozos de carne andantes, muertos sin alma, sin raciocinio cuyo único objetivo es calmar una insaciable hambre por la carne humana. La herencia de su creador.
Una extraña atracción hace que Madame Natasha flote hasta el primer piso. Atraviesa la puerta entreabierta de una de las habitaciones y ve por primera vez lo que venía buscando. El vampiro permanece de espaldas a ella. Lleva la ropa hecha jirones por los forcejeos y tiene el torso medio desnudo. Extrañas cicatrices recorren todo su cuerpo. En su aura se divisan varias almas agonizantes fusionadas entre ellas, como si un loco alfarero las hubiese moldeado en el más grande de sus delirios.
El ser infernal se gira y encamina hacia el lugar donde el ente de Natasha permanece. La mira fijamente a los ojos.
- ¡Imposible! - Piensa ella como ente, aunque su cuerpo lo exclama en la habitación.

A pesar de las muchas décadas que Natasha lleva interactuando con el mundo de los muertos, jamás había visto y sentido nada igual. Está aterrada.
El vampiro se mueve a gran velocidad y en menos de lo que dura un parpadeo, introduce su mano en la esencia de Natasha. El cuerpo físico de Natasha convulsiona y Constantine también. Ambos sangran abundantemente por la nariz y Natasha comienza a hacerlo por los lagrimales y oídos.
La Cosa se apresura a prestar ayuda, aun no teniendo claro qué hacer. Su primera jugada consistirá en separar la comunicación entre ambos.
Algo extraño sucede al tocar la mano de John. Por unos instantes, su esencia viaja sin control. No es como otras veces cuando deja su caparazón para introducirse en el Verde.
Su esencia viaja al lugar del conflicto y en ese momento puede mirar a la negrura de los ojos del vampiro. Nota como éste retira, sorprendido, la mano rápidamente, lo cual provoca la ruptura inmediata de la agresión.
Después de una fuerte sacudida, la habitación de la espiritista volvía a la normalidad. Pero algo ya ha cambiado. La anormalidad se ha adueñado de la ciudad.

Carreteras, parques, aceras, casas y edificios son conquistadas por una horda de zombis hambrientos. La gente grita y huye aterrada sin saber bien cual es la dirección correcta. Ninguna lo es. Las fuerzas de seguridad son alertadas y entablan una lucha con los seres. Una batalla perdida de antemano. Cada avance de esas bestias, cada paso que dan, más grande se hace su número y más cuesta frenarlos.

En la distancia se distingue un pequeño pelotón de zombis encabezado por el vampiro. Al parecer tienen un itinerario marcado. No es aleatorio pues el camino elegido es sin salida y sólo lleva a un lugar. El lugar donde le dijo el creador que seguro se encontraría con su objetivo. El camino hacia Elysium Lawns.

La noche se está haciendo excesivamente larga. La Cosa piensa en dejar su caparazón y renacer cerca de la ciudad pero John ya ha pedido la ranchera a Natasha y le apremia a que suba detrás. Si duda es la opción más rápida.
Constantine llega a la ciudad como una exhalación y descubre el infierno en la Tierra.
La plaga zombi ha cambiado la estampa de la ciudad. Ahora la composición se basa en coches incendiados, locales asaltados con sus estridentes sirenas de alarma activadas e histeria colectiva.

La Cosa del Pantano salta a la carretera desde la ranchera y enseguida es asaltado por varios zombis que lo mordisquean sin encontrar lo que buscan. Sin embargo, John no puede permitirse el lujo de salir del vehículo. Deben centrarse en ir a por la fuente lo cual parece imposible dado el caótico comportamiento de los zombis pero Constantine encuentra un patrón el la huída de los humanos. Localiza a una riada de personas que corren descendiendo colina abajo para adentrarse en la ciudad. Sin duda lo que hay allí es peor que lo que hay en la ciudad. Allá en lo alto de la colina se divisan las luces de la escuela para niños especiales Elysium Lawns.

Abby está repasando los dormitorios uno por uno. Hoy le toca hacer las rondas nocturnas. Estos niños necesitan un cuidado especial. Comprobó, aliviada, que ha Henry no le había vuelto a subir la fiebre. A la pequeña Marie, que le habían quitado hace poco los pañales, mantenía su cama seca. Fue al dormitorio de Sinuhé para comprobar que no era víctima de otra pesadilla, pero él no está. Abigail recibe un impacto en su estómago similar a un puñetazo, su corazón bombea desbocado, pero mantiene la calma. Alguna vez, Sinuhé, se había metido bajo la cama en busca de protección contra esos monstruos que lo acechaban en sueños. Buscó y nada encontró. Abby no se permitió el lujo de asustarse, corrió por los pasillos y las estancias, llamó a Sinuhé en susurros por los dormitorios de los chicos. Y nada. Las lágrimas corrieron por sus mejillas.
Cuando estuvo a punto de ir a avisar a la directora, miró por la ventana y le pareció ver al chico en el jardín de la entrada. Paró la marcha y miró fijamente aquella pequeña silueta que apenas resultaba visible en esta noche tan cerrada. Sí, era él.
Pero algo llamó la atención de Abigail mientras su corazón ralentizaba las pulsaciones. Desde la escuela, encima de la colina, podía divisar a lo lejos unas extrañas luces danzantes en varios puntos. Al distinguir el humo que subía de éstas adivinó la existencia de fuego. Bajó como una exhalación las escaleras y abrió la pesada puerta principal. Durante un fugaz instante la mente de Abby relacionó el peso de la puerta con la fragilidad de Sinuhé y la posibilidad de que éste la abriera. Pero esa reflexión se disipó tan rápidamente como fue creada. Anda a paso ligero hasta Sinuhé, el cual le sonríe al verla llegar. Ella se arrodilla a su lado.

- ¿Qué haces aquí? Me tenías asustada.
- Lo…lo siento. Alec dijo que la caña de azúcar necesita mucha agua. – Dijo señalando la regadera que tenía en la mano.
- Es muy tarde. Deberías estar durmiendo.
- Me despertó un amigo de Alec.
- ¿Un qué?

La conversación se corta bruscamente cuando Abigail escucha gritos provenientes de las casas cercanas a la escuela. Gritos desgarradores. Gritos perfectamente distinguibles de miedo, primero, y luego, dolor infinito.
Abby se estremece y coge a Sinuhé en brazos y corre hacia la entrada. Una voz gutural y ajada le llega desde atrás.

- No escaparás.

Abby es inteligente y no pierde ni una décima de segundo en mirar atrás. La Cosa del Pantano le ha contado todo sobre los planos de existencia y los crueles seres que la habitan. Su mente no tiene que ver para creer. No necesita mirar atrás para tener la certeza de que el Mal la persigue.
Aun así, el vampiro es mucho más rápido y en una décima de segundo se ha interpuesto entre la entrada a la escuela y ella. Se da cuenta que ha venido desde atrás, pasando por su lado, para colocarse justo ahí. Y sin embargo no le ha atacado, aun no. Quiere jugar, quiere aterrorizarla antes. Él también quiere ser el gato que juega con su ratón. Ríe con fuerza y muestra sus colmillos sanguinolentos. Abigail adivina rápidamente la naturaleza del ser.
Abby da por hecho de que este es su final. Delante tiene a un vampiro cortándole el paso y más atrás van llegando lentamente un grupo de zombis letales. Mira a los ojos a Sinuhé y le susurra.

- Cuando veas la posibilidad de entrar en la casa, hazlo rápidamente y despierta a la directora. ¿Entiendes?
- Sí. – Contesta. Y añade: - ¿Él es como Alec?
- No, no lo es. Es justo lo contrario.

Abby cree tener un as en la manga. Una carta basada en creencias populares y ficción cinematográfica. Una carta que bien podría no valer nada. Deja al niño en el suelo y corre a toda velocidad contra el vampiro. Éste la espera. Cuando está muy cerca salta hacia él cargando con el hombro como un jugador de rugby. Su intención es empujarle dentro de la casa. Quizás, al no haber sido invitado a entrar, su cuerpo arda en llamas, se deshaga o algo parecido.

El camino hacia la escuela está poblado de zombis deambulando sin rumbo en busca de alimento. John logra avanzar con la ranchera gracias a La Cosa que va limpiando el camino de muertos vivientes. En las casas próximas aun hay gente que lucha por sobrevivir. Constantine grita a La Cosa.

- Deberíamos ayudarlos.
- ¡No hay tiempo!, Abby y los chicos están en peligro.
- Pero la vida de tu amada no debería valer más que la de esta pobre gente que estamos condenando a muerte al no ayudarles.

Si Alec hubiese tenido un estómago físico hubiese recibido una punzada por esas palabras. Prefiere no responder y seguir adelante, pero John continúa.

- ¿Ahora decides quién vive y quién muere? Las decisiones no son fáciles cuando tienes intereses implicados ¿eh? Dime, ¿ahora mismo te crees mejor que Natasha?

Alec se vuelve hacia John con una mirada iracunda. Constantine ha tocado fibra, lo sabe y esa era su intención. Allá, colina abajo, se divisa que llega la caballería. La sombra de unos cuantos superhéroes con capacidad de volar, tanto física como mecánicamente, hace que Constantine se relaje un poco. Ya casi llegan a la escuela. Cuanto más arriba suben, menor número de zombis hay.

La carga de rugby de Abby contra el vampiro resulta ineficaz. La corpulencia y rapidez de éste la han situado en sus brazos. Abby llora de impotencia, y no por ella. No ha conseguido salvar al pequeño. No ha desplazado al vampiro para que él pudiese entrar. En segundos estaría a merced de los muertos vivientes.
Abby tiene tiempo de gritar una vez más.

- ¡Corre, Sinuhé, corre!

La mano del vampiro aprieta la garganta de Abigail con la fuerza suficiente para no dejarle escapar un grito más pero tampoco ahogarla. Él la ciñe sobre sí y huele sus blancos cabellos. Con una de sus sucias uñas, le araña en el cuello y corre una gota de sangre. El vampiro la lame. Está degustando el postre final.

- Mi cuerpo reconoce este sabor tan particular. ¡Eres una Arcane!

Abby no sabe bien qué significa eso. Lo único que ansía su mente es una muerte rápida.

Irrumpe en la escena un gigante vegetal verdoso acompañado por una ranchera que va atropellando zombis a su paso hasta que el coche queda, irremediablemente, encallado encima de éstos. La Cosa se dirige con paso firme hacia el vampiro. En cada paso absorbe nutrientes de la tierra y va reforzando su estructura hasta llegar a la altura del vampiro. Ambos se miran fijamente y sopesan la fuerza y posibilidades del otro. El objetivo principal del maligno ser es La Cosa del Pantano y ya ha llegado.
Abby y los niños quedan en segundo lugar. Ideales como colofón para celebrar su victoria. Con la rapidez que le caracteriza empuja a la mujer al suelo y antes de que ésta caiga ha pasado junto a La Cosa y de un zarpazo ha arrancado un trozo del espeso follaje de su coraza.

En unos segundos, la directora y varios niños bajan hasta la entrada al ser despertados por los gritos. Abigail reacciona con rapidez y empuja hacia dentro a la directora y a los chicos y cierra la pesada puerta de entrada. Su mirada y esperanza quedan puestas en Alec, para acabar con el vampiro, y en John para salvar al pequeño Sinuhé.

El pequeño huye tal y como le ordenó Abby. John se centra en rescatar al chico y no tendrá más remedio que enfrentarse a su paso con varios de los muertos vivientes que van tras el niño. En la carrera hacia ellos encuentra, junto a la zona de pinares, unas tijeras de podar de hojas largas y afiladas. La abre hasta el tope. Hace correr hacia abajo la manga de su gabardina de cuero para cubrir la palma de su mano derecha. Ahora la tiene protegida. Coloca en ella la tijera de podar abierta y la toma del mango y la hoja a la vez. En la otra esquina queda libre la otra hoja, la cual convierte en una guadaña sedienta de cuellos zombis.
No tiene piedad alguna, no hay tiempo para la vacilación. El pequeño tiene las piernas cortas y su carrera es lenta y se cansa. Los zombis que le siguen aun no sufren el rigor mortis o la corrupción de la carne y todavía son rápidos e incansables.
A John le arden los pulmones mientras se deshace de los muertos vivientes y corre a la vez. Maldice mil veces su vicio y se promete a sí mismo dejarlo hoy mismo.

El segundo ataque del vampiro vuelve a arrancar una maraña de tejido verde de la espalda de Alec. Por muy atento que esté, La Cosa no llega a poder alcanzarlo con un golpe. Es demasiado rápido. Los ataques se continúan y se centran en el bíceps derecho de Alec. No le duele, pero no le da tiempo a regenerar el brazo, el cual lleva colgando por apenas unos hilos. La Cosa sabe que a este paso le despedazará en minutos y aunque no lo mate, porque puede trasladar su esencia en otro lugar para regenerarse, esto supondría la muerte segura de Abby, los chicos y Constantine dado el tiempo que tardaría en realizar tal acto.
Alec se va a jugar todo a una sola apuesta.
Camina lentamente hacia atrás mientras recibe los ataques del rápido vampiro, del que sólo escucha su socarrona risa. Su brazo derecho cae al suelo y conforme comienza la regeneración ya empieza a notar los zarpazos en el izquierdo. Sigue caminando hacia atrás en dirección al parterre de las hierbas olorosas. Cada vez que coloca la planta del pie en el suelo, absorbe gran cantidad de minerales y su coraza se hincha. El brazo izquierdo cae al suelo y el vampiro se ve más cerca de la victoria. Ahora hace un poco más lento sus ataques. Quiere disfrutarlos.

Constantine ha llegado a la altura del chico el cual ha topado con el fin del jardín de la escuela y tiene ante él un enorme muro que hace de linde.

- Pequeño, no tengas miedo. Soy amigo de Alec.

El niño sigue asustado apretando su espalda contra el muro.

- Abby también es mi amiga. – Añade.

Sinuhé se relaja y la tensión desaparece de su cuerpo. Un ruido de pisadas arrastradas surge detrás de John.
Se coloca de frente ante la llegada de más zombis y alza su improvisada guadaña y ejerce el papel de la muerte dando paz a los cuerpos de estos desgraciados. Mantiene tras de sí al chico bien protegido pero no sabe cuánto tiempo podrá aguantar.

La Cosa del Pantano ya está en posición, sin brazos, pero con la coraza el doble de ancha de lo que era al llegar. El ataque contra su pierna está provocando que pierda el equilibrio. Descubre un pequeño patrón entre ataque y ataque. El vampiro se aleja con rapidez pero no más de cinco metros, en cualquier dirección. Unos cuatro segundos separan un zarpazo de otro. Quizás no podrá acertarle un golpe pero sabrá en que momento estará más cerca.
Una embestida más a la pierna derecha y La Cosa cae arrodillado. Cuatro segundos más tarde llega el primer zarpazo al cuello. Todo se vuelve a cámara lenta.

Un segundo: el vampiro decide la ubicación del nuevo ataque. La coraza de Alec se agita bruscamente.

Dos segundos: el ser infernal se pone en marcha. La Cosa del Pantano saca, de golpe, dos nuevos brazos que había hecho crecer, escondidos, en su interior y los arraiga en el suelo.

Tres segundos: El vampiro está ya frente a Alec y sólo centra su atención en el siguiente ataque. La plantación de caña de azúcar se agita.

Cuatro segundos: El vampiro da un nuevo zarpazo que se lleva parte del maxilar inferior de La Cosa. Las cañas de azúcar crecen instantáneamente logrando alcanzar casi los dos metros de altura y una gran espesura. El suelo ha quedado totalmente seco y estéril por la brusca absorción de nutrientes y agua. Algunas de las cañas han atravesado al vampiro.

Alec sabe perfectamente que las cañas no lo matarán, es más, sabe que sólo tiene unos cuantos segundos antes de que él se deshaga de la trampa.
La Cosa da un gran salto, con la única pierna, y atrapa al vampiro por detrás con una llave alrededor del cuello. El ser se retuerce intentando zafarse de la presa. Alec aprovecha la ventaja para regenerar su pierna derecha. Él sabe que no puede ahogarlo pues no respira, así que aprieta hasta que oye crujir el cuello y la cabeza del vampiro queda lacia. Este acto tampoco acaba con él que sigue retorciéndose e intentando morder el brazo opresor.
- Estás muerto. – Le dice Alec al ser de los infiernos y continúa: - No hay necesidad de desperdiciar tus nutrientes. La vida renace una y otra vez en miles de versiones diferentes cada segundo.

Acto seguido, una gran boca se abre en el pecho de La Cosa, que se alarga desde su entrepierna hasta la base de su garganta. Las piernas de Alec también se abren de parte a parte y comienzan a envolver las piernas del vampiro. Toda la coraza de La Cosa está envolviendo a la bestia que grita con el cuello partido. En minutos, ha doblado su envergadura y tiene dentro, por completo, al vampiro y las cañas que lo atraviesan. En el interior de Alec se forman miles de quelíceros similares a los de las arañas que van inyectando el veneno que hará que el cuerpo del vampiro se deshaga en una masa viscosa. Cuando esto sucede, el campeón de la naturaleza filtra todos los nutrientes y los traspasa al suelo. La hierba vuelve a florecer. Mete la mano en su interior y saca los retos de caña, ropa y huesos de la bestia. Alec ha vuelto a su tamaño habitual.

Ya hace rato que no llega algún zombi. Posiblemente los chicos de mallas apretadas de allá abajo están haciendo bien su trabajo. De hecho, ya no se divisan los incendios y el bullicio ha cesado.
Todos se reúnen cerca de la entrada al edificio. Abby sale corriendo en busca de Alec. John acompaña, de la mano, a Sinuhé.

- ¿Por qué estabais aquí fuera, en mitad del peligro? – Pregunta La Cosa a Abigail.
- Sinuhé salió a regar las cañas de azúcar en mitad de la noche.

Justo en ese momento Sinuhé suelta la mano de John y corre hacia La Cosa y toma su mano.

- ¡Aparta! – Le grita.

John y Abigail quedan totalmente sorprendidos ante la reacción de La Cosa mientras el chico llora desconsolado rumbo a su dormitorio. Quizás lo ha culpado por haber expuesto a Abby al peligro.

- Lo…lo siento. – Susurra con pesadumbre.
- Ya... No te preocupes. Yo hablaré con él. Estás cansado y has sufrido mucha tensión. – Le dice Abby mientras lo abraza.

Pero Constantine no queda convencido. Lo observa profundamente, mientas enciende un cigarrillo de esos que se había prometido dejar. Lo mira con unos ojos que querrían radiografiarlo tanto física como mentalmente. Y ojalá John hubiese tenido tal poder porque habría visto que en el interior de La Cosa permanecía algo sin digerir. Una pequeña piedra ambarina, fruto de la savia del señor de la ciénaga, que va infectando y corrompiendo poco a poco las raíces que se están formando a su alrededor.

Epílogo.

Un demonio de tercer orden vuelve a informar a su señor en la ciénaga. Éste aun no está recuperado del esfuerzo.

- Mmm... Así que Natasha vuelve a la acción. Bien, otro elemento a tener en cuenta. A los demás "súper" ya los esperaba dado el alcance de destrucción que iba a alcanzar esta prueba.
- Su vástago fue asesinado por La Cosa, amo.
- Estaba previsto, lo excepcional hubiese sido lo contrario. Es parte de la jugada final. Ahora él lleva dentro de sí, un poco de mí.

Y el Señor de la Ciénaga ríe. Ríe de manera que su vasallo queda confundido.

- Nuestro enlace en el plano de los vivos está haciendo bien su trabajo. – Continúa diciendo y añade: - Primero ahogando al niño en el campo de golf del Country Club, y ahora atrayendo a este otro de Elysium Lawns, hasta la puerta abierta. Será recompensado.
- Amo, ¿Cuándo cruzaré?
- Pronto, mi fiel vasallo. Muy pronto.

Y el amo del lugar vuelve a reír. La carcajada sopla como un fuerte viento sobre las alfombras de hojarasca y hace retumbar el lugar provocando que los nuevos ahorcados sigan gimiendo en su eterno castigo.

Fin.

3 comentarios :

  1. Nuevo capítulo de la serie LA COSA DEL PANTANO en AT53 y sólo puedo decir una cosa: la espera ha merecido la pena. Alex Ogalla vuelve a ofrecernos un estupendo relato con fuertes raíces en el género de “terror” y avanza un paso más en el que parece su planteamiento de “re-humanizar” a la Elemental del Verdor. Si os fijáis, en el capítulo anterior volvió a referirse a sí mismo como Alec y, en este, la Cosa abandona su “confortable y seguro” hogar en el pantano para relacionarse con otros humanos (aparte de Abigail) en un entorno “normal”. (A destacar la conversación son Sinuhé, que me trajo reminiscencia de la mítica escena de “Frankenstein” (1931), con Boris Karloff y la niña jugueteando en la orilla del lago.) Y luego, al final,… ¡Zas! ¡En toda la boca! Un sorprendente giro de tuerca que nos hace esperar con más ganas el siguiente episodio de la saga.

    Y de este modo llegamos al único defecto que le encuentro al relato: cuánto ha tardado en aparecer. Esperamos que nuestro compañero vuelva pronto a disponer de tiempo libre para poder dedicárnoslo a nosotros.

    (De la portada no digo nada, que es mía y quedaría feo... ¡Jejejeje!)

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  2. Bien, no conozco mucho a la Cosa del Pantano pues apenas he leído uno que otro comics sobre el personaje, aunque no me es desconocido del todo. Leído este capítulo y evocando el previo no me queda más que decir que he quedado satisfecho.

    Estamos frente a un relato redondo e interesante, enfocado en el horror y, a pesar de estar, enmarcado en el universo superheroico mantiene ese tono que caracteriza al personaje y a su compañero Constantine. Durante todo el momento el escrito me transfirió esa sensación de películas viejas de monstruos. Excelente relato, que me inspira sobremanera y que me alegra mucho que la vertiente sobrenatural de AT-53 siga adelante.

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  3. La historia planteada por Álex Ogalla en el primer número de esta serie se desarrolla en esta segunda entrega siguiendo unos derroteros muy interesantes, que confirman que todos los aspectos positivos que encontramos en el #1 no eran un espejismo, y que La Cosa del Pantano está llamada a ser una de las series punteras de Tierra-53.

    Un segundo número que me ha gustado incluso más que el primero, profundizando en los elementos de terror que ya predominaban en aquél, y que tan propios le son a este personaje. Episodio excelentemente escrito, que funciona de igual manera como relato independiente que como nuevo capítulo de una historia más grande que promete afectar de forma importante a la Cosa del Pantano.

    Sólo le encuentro dos defectos a este episodio: 1) aunque no sé si esto se puede considerar realmente un defecto, veo a nuestro protagonista muy "contenido"; recordando el tipo de cosas que es capaz de hacer (como la vez que, como se menciona precisamente en este número, convirtió a Gotham en un bosque), me ha parecido que podía haber hecho más para detener la plaga de zombis en la ciudad, más allá de lo hace "físicamente" con aquellos que le rodean; 2) me da la impresión de que nuestro villano en las sombras prevé demasiado el resultado de los acontecimientos que desencadena: ¿cómo podía saber que la Cosa del Pantano terminaría eliminando la amenaza del vampiro de la manera que lo hace?; podría haberlo detenido de otra forma, sin conseguir entonces el resultado conseguido.

    En cualquier caso, ya digo: un número muy bueno de una serie que empezó bien y de momento va incluso a mejor.

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