Elseworlds Man of Steel nº16

Título: Forever (II)
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Moises Lopez
Publicado en: Diciembre 2013

Ellos son la Legión del Mal, los más poderosos y peligrosos enemigos que Superman ha tenido jamás, unidos. ¿Que posibilidades tiene nuestro nuevo y joven Superman, Thomas Kent, de detenerlos si su padre no pudo hacerlo ni cuando actuaban por separado? ¡Descúbrelo tú mismo en la continuación de esta emocionante aventura!
Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. El mayor héroe de todos los tiempos. El inicio de un legado. Esta es la historia de ...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

Resumen de lo publicado: Clark Kent, el primer Superman, ha caído víctima de la bestía Doomsday. Su hijo Thomas ha decidido continúar con el legado familiar vistiendo los colores de su padre. Pero alguien ha robado el cadaver del mítico héroe y su hijo emprende una búsqueda para recuperarlo. Viaja a las más lejanas estrellas y hasta el mismo infierno interrogando a los más grande enemigos del Hombre de Acero pero no consigue respuestas. ¿Quien es el responsable?

La Legión del Mal

Imagen por Niconoff
La nave con forma de cráneo descansaba en medio de un pantano de Louisiana, semi-escondida por la frondosa vegetación local. Dentro, la Legión del Mal se reunía sentada en torno de una gran mesa redonda. A la cabeza de la misma y presidiéndola, el Ultra-Humanita. De derecha a izquierda, Brainiac, Silver Banshee, El Cyborg, Obsession, Rock, Máxima, Atomic Skull, Riot, El Parásito y Toyman lo rodeaban.

-Somos once – comentó el Parásito – ¿No es ese un numero muy reducido como para llamarnos “Legión”?

-Opino igual – Máxima miró a sus compañeros con desprecio y arrogancia – Y no todos de los aquí presentes, exceptuándome, tienen mucho poder.

-¡Hey! ¡Habla por ti, hermana! ¡Yo me considero lo suficientemente poderosa como para estar aquí! – replicó Obsession.

-No me gusta tu tono de voz. De ahora en adelante, cuando te dirijas a mí lo harás en el tono correcto o te arrancaré el corazón.

-¿Ah, sí? ¡Pues inténtalo, cariño! ¡Ponme una mano encima y probaras en primera persona la fuerza de mis puños!

Máxima se levantó de su silla, echa una furia. El Parásito rió.

-¡Guerra en el barro! – se le ocurrió gritar.

-¿Quieres cerrar la boca? – le espetó Banshee.

-No. ¿Quieres intentar cerrármela? Por mí, encantado de que lo intentes – le guiñó el ojo, lascivo. Banshee lo miró con un odio tan frío que hubiera bastado para petrificar al más valiente.

-¡Suficiente! – Ultra alzó la voz. Se hizo el silencio – ¡Máxima, siéntate! – le ordenó.

-¡Me ha insultado! – dijo señalando a Obsession – ¡Mi honor exige que le arranque la cabeza!

-He dicho que te sientes. ¡Ahora!

La princesa extraterrestre obedeció a regañadientes. Se sentó y se cruzó de brazos, ofuscada.

-Dana, que sea la última vez que armas estos escándalos – Ultra se volteó hacia Obsession.

-¡Pero…! ¡Ella empezó! – se quejó la chica. Ultra alzó una mano, acallándola.

-Somos pocos, es verdad, señor Jones – dijo al Parásito, respondiendo a su pregunta de hace un rato, ya casi olvidada por la escaramuza – pero se nos unirán otros. Por ahora, basta y sobra con éste grupo.

El Cyborg levantó una mano. Pidió la palabra.

-¿Podrías recordarnos a todos el motivo de ésta asociación, por favor?

-Por supuesto – Ultra hizo una pausa. Los miró detenidamente a todos – Cada uno de nosotros, en su mayor o menor medida, hemos tenido experiencias con Superman en el pasado. Cada uno de nosotros fuimos derrotados y humillados por él… y todos hemos jurado vengarnos por eso.

-Es verdad – dijo Toyman. Se trataba de un hombre bajito y gordo, con el cabello rapado. Llevaba puestas unas gafas redondas grandes – ¡Ese maldito arruinó todos mis planes cientos de veces! ¡Por su culpa acabé en la cárcel por muchos años!

Golpeó la mesa con su puño, acalorado. Obsession le susurró a Banshee:

-Luego me dicen que la obsesiva con Superman soy yo.

-El señor Schott tiene razón – siguió diciendo Ultra – Todos los aquí presentes hemos sufrido en carne propia las humillaciones de la derrota, pero las cosas han cambiado…

-¿En que? ¡Superman está muerto! Lo mató un monstruo descerebrado salido de vaya uno a saber donde – le recordó el Parásito – Cualquier deseo de vengarnos de él murió en cuanto exhaló su ultimo aliento. Personalmente, voy a extrañar absorber su energía vital.

-Eso no es del todo cierto, señor Jones. Más bien, es todo lo contrario – Ultra sonrió – De hecho, la muerte de Superman a mano de esa extraña bestia es un regalo de la Providencia.

-No veo cómo.

-Píenselo. Superman era el único que se interponía entre nosotros y la dominación de éste mundo. Sin él, ahora somos imparables.

-¿Qué hay del nuevo Superman? – Atomic Skull habló por primera vez. Echándole un vistazo a su aspecto –una calavera descarnada humeante, sobre un cuerpo musculoso embutido en una armadura anti-radiación– uno se podía imaginar por qué prácticamente quisiera pasar desapercibido, aunque no lo lograría jamás.

-El nuevo Superman no es ningún problema. Ya he ideado una forma de sacárnoslo de encima.

El Parásito carraspeó.

-¿Si, señor Jones? ¿Tiene alguna pregunta?

-Solo una, Ultra: ¿Para que has robado el cuerpo del Superman original de su tumba?

Silencio. Ultra no respondió de inmediato.

-Yo también quisiera saberlo – intervino Banshee, despacio – ¿Por qué has profanado su sepulcro? ¿Qué ganancia obtendrás de su cuerpo?

-Solo les diré esto: hay una razón. Todavía no les revelaré cual, pero pueden confiar en mí. Tenemos al cuerpo de Superman en buen recaudo.

-¿Tenemos?

-Brainiac y él – apuntó el Parásito – ¿No te has dado cuenta, muñeca? Ellos son los jefes de éste grupo.

Los fríos ojos del coluano se centraron en él. El Parásito se estremeció, casi a pesar de sí mismo. Aquel extraterrestre de piel verde y musculoso, con unas especies de diodos sobre su calva cabeza le causaban que la piel se le pusiera como carne de gallina.

-Éste es el punto: sin Superman, hacerse con el control de la Tierra es un hecho. Si trabajamos todos juntos, nada ni nadie podrá pararnos.

-Solo el nuevo Superman – insistió Atomic Skull.

-Pronto pondré en marcha mi plan. Me encargaré de él en persona – explicó Ultra – No se preocupen – hizo una pausa – Lo reitero por si es que no les quedó claro a todos: Sin Superman –hablamos del original, por supuesto– nada ni nadie podrá detenernos. ¡La Tierra ya es nuestra!

El Laberinto de la Mente

Metrópolis. Tiempo después…

Tom salió del edificio de WGBS. Miró a ambos lados de la calle y divisó un taxi. Lo llamó y se dispuso a tomarlo, cuando alguien a su espalda le habló.

-Thomas, espera…

Se volvió. Lana se acercaba. Al verla, su corazón comenzó a latir con fuerza. Últimamente, su vida discurría por un gris anodino. El hecho de no haber hallado al ladrón del cuerpo de su padre lo afectaba muchísimo.

-Lana… oh… - tartamudeó como un estupido. Se la quedó mirando embobado sin saber qué decir. ¿Qué le había pasado? ¿Acaso el personaje de “Tom el Despistado” se le había pegado tanto que ya le era imposible separarse de él?

Lana le sonrió. Señaló al taxi.

-¿Te importa si compartimos vehículo? – le preguntó.

-¿Eh?

-El taxi, Tom. ¿Te importa si lo tomamos juntos?

-¡Oh! ¡Sí, sí! es decir… no, no me importa. ¡Es decir…! – se obligó a corregirse. Que aspecto lamentable estaba dando. Pese a ello, Lana no pareció tomarlo en cuenta y le agradeció el gesto. Subió primero al taxi, seguido por él.

Pasaron unos agónicos minutos en silencio mientras el taxi avanzaba por una avenida atestada de vehículos. Tom intentó iniciar una conversación en tres ocasiones, pero cada vez que iba a hablar, las palabras morían en su boca antes de salir.

Cuando finalmente se armó de valor para hacerlo, el conductor del taxi lo interrumpió:

-¿Qué diablos pasa ahí enfrente?

La fila de vehículos se había detenido, produciendo un embotellamiento en la avenida. Sonaron varios bocinazos. Luego, empezaron los gritos.

-¿Qué sucede? – inquirió Lana. El taxista frunció el ceño… y entonces la criatura aterrizó sobre el capó del coche, rugiendo.

El monstruo, una especie de batracio dentado tamaño gigante, sacudió el vehículo con sus poderosas garras. Lana gritó… y lo hizo aun más fuerte cuando la bestia le arrancó la cabeza al taxista de un mordisco.

-¡Vamos, Lana! ¡Salgamos de aquí! – Tom la empujó, abriendo la puerta y sacándola del coche lo más a prisa que podía. Iba a enfrentar a la criatura, pero antes tenia que asegurarse que la chica se ponía a salvo. Ambos corrieron hasta la entrada de un callejón, donde se guarecieron. Un rápido vistazo a la avenida convenció a Tom que la cosa iba de mal en peor.

No había una criatura, sino cientas. En ese momento, atacaban al resto de las personas que allí se encontraban.

-¡Dios mío! ¿Qué está sucediendo, Tom? – preguntó Lana. No obtuvo respuesta de su compañero. Se volvió para verlo y no lo halló. Había desaparecido – ¿Dónde se fue?

A supervelocidad, Tom se cambió de ropa poniéndose el traje azul y la capa roja. Fue al encuentro de los monstruos volando y aferró a uno de ellos de la cabeza, aplastándolo contra el suelo. De inmediato, la atención de todas las criaturas se volvió en dirección suya.

Una titánica lucha siguió a continuación. Mientras él combatía a los monstruos con todos sus superpoderes, las personas aprovecharon para huir de sus vehículos en estampida por la avenida en dirección opuesta a la escaramuza. Todos, excepto Lana Lang. Yendo contra la marea de gente que corría despavorida, la chica pretendía ser espectadora directa de todos los sucesos que ocurrían. Mientras se dirigía hacia allí, con un celular en la mano, hablaba con la gente de la WGBS…

-¡Estoy bien, estoy bien! – gritaba, con el teléfono en la oreja, los ojos fijos en la batalla - ¡Solo hagan lo que les digo! ¡Manden un móvil ya! ¡El nuevo Superman está peleando a puño tendido con una horda de criaturas! ¿Qué? ¿Y yo qué sé si son extraterrestres? ¡Son unos monstruos! – Lana hizo una pausa. Se agachó detrás de un auto. Uno de los monstruos pasó volando sobre ella y se hizo trizas al chocar contra una pared. Reventó como un escuerzo aplastado, en varios y pegajosos fragmentos – ¡Avenida Jurgens y Breeding! – dio la dirección del lugar y cortó. Espió con sumo cuidado por encima del capó del coche, insegura de abandonar su escondite.

En ese momento, algo la golpeó.

No fue un impacto físico, sino más bien mental. Algo le estaba robando el control del cuerpo, tomando posesión de ella. De un momento a otro, su conciencia se hundió en un abismo de negrura… y la mente de Ultra tomó el control.

Una torva sonrisa se dibujó en sus labios. Irguiéndose, se miró en el espejo retrovisor del coche con grácil sensualidad y se acomodó el cabello.

-¡Mmm! ¡Me gusta éste cuerpo! – dijo y se rió. La voz, la lengua y los labios eran los de Lana, pero la voluntad que los puso en funcionamiento era la de Ultra. Con toda la tranquilidad del mundo, echó a andar hacia Tom…

Thomas había acabado con los monstruos. Sus cuerpos retorcidos y abotargados yacían apilados en una montaña en el centro de la acera. Recuperando el resuello, usó su visión de calor para prenderles fuego. Ardieron convertidos en una gran pira.

-¡Hum! ¡No hay nada como el calor de una buena fogata para iniciar un romance!

Tom se volvió, sorprendido. Lana se le acercó, sonriendo.

-¿Lana? Es decir… ¿Señorita Lang?

Lana se le echó encima, abrazándolo. Antes de que él pudiera hacer algo, ella lo besó en la boca.

El tiempo pareció detenerse. Tan sorprendido estaba Tom, que no atinó a hacer nada. Solo se dejó besar, como si no importara otra cosa en el mundo.

Al separarse sus labios un instante después (que se le antojó eterno) miró a la chica a los ojos… y supo que no era ella.

-Tú… ¡Tú no eres Lana!

Ella rió. Sacudió la cabeza.

-No. No lo soy. Por cierto, besas muy bien…

-¿Quién eres? ¿Dónde está Lana?

-De momento, en el país de los sueños. Ella es la menor de tus preocupaciones ahora, agotado como estás después de un intenso combate. Estás justo donde quiero y como quiero. En el estado perfecto y con las defensas bajas.

Un golpe de calor estalló en el cerebro de Thomas. Se aferró la cabeza y se quejó. Se le doblaron las rodillas y cayó al piso. El dolor era tan intenso, tan brusco, potente y tremendo, que sintió que a cada palpitación se le iba a reventar el cráneo.

-¡Es hora del show!

Lo ultimo que vio antes de sumergirse en la oscuridad fue a Lana sonriendo.

Estaba de nuevo en Smallville. La granja seguía igual que siempre: una gran casa antigua junto a un cobertizo rojo. Incluso, cerca, los caballos relinchaban en su establo y las gallinas se paseaban por su corral.

Pestañeó y miró a su alrededor. ¿Estaba soñando? No podía ser. Todo se veía real, muy real. Incluso, podía sentir el aire fresco de Kansas acariciándole el rostro. Venia cargado del aroma a alfalfa, a las cosechas, a los maizales.

-No… lo entiendo – dijo.

-Quizás yo pueda arrojar luz a este asunto.

Tom se volvió. Alguien había salido de la casa. Un hombre alto y musculoso, vestido a la sencilla manera de los granjeros. Llevaba un par de gafas redondas sobre su rostro y el cabello negro encanecido en los costados.

-¿Papá? ¿¡Papá!?

Así era. De pie ante él, se encontraba Clark Kent, su padre.

-¡No puede ser! ¡Estás muerto! ¡Doomsday te mató!

-Hijo, calmate. Déjame explicarte lo que pasa.

-¿Explicar? ¡Estás muerto! ¡Yo vi como ese monstruo te mataba!

Clark suspiró. Se acercó a su hijo, preocupado, y le apoyó una mano sobre el hombro. El contacto se sintió real, tanto, que Thomas empezó a dudar de su cordura.

-Estoy… confundido – admitió.

-Lo sé. Tranquilo. Aquí estoy yo para ayudarte. Como siempre.

-Pero… pero… ¡Moriste! ¡Yo lo vi!

-No, hijo. Eso nunca sucedió. Déjame explicártelo…

Clark llevó a Tom a la casa. Mientras caminaban, le habló.

-Hace tiempo atrás, sufriste una crisis mental por culpa del desarrollo repentino de tus superpoderes. Los síntomas fueron que tu percepción de la realidad se vio nublada. Comenzaste a sufrir alucinaciones, a creer que yo había muerto a manos de una especie de monstruo y que luego alguien se había robado mi cadáver. Todo eso nunca sucedió en la realidad, Tommy, solo en tu mente.

-¡Eso es imposible! Yo te vi morir – repitió él.

-No. Eso nunca pasó. Solo en tu mente – Clark lo hizo sentar en una silla en la cocina– Ya te lo dije. Sufriste una crisis mental muy aguda. Nada de lo que crees real ha sucedido nunca. Lo siento, hijo.

Se hizo el silencio. Tom miró a su padre a los ojos. Vio compasión y cariño en ellos.

¿Podía ser cierto? De alguna forma, sonaba tentador. Llegar a creer que todo lo que ocurrió no fue real, que su padre no estaba muerto, que no robaron su cuerpo. Que los días grises y anodinos que sufrió solo fueron una mera alucinación y nada más. Pero no. No era así. Tom lo entendió. Aquello no podía ser real. La realidad era la que vivió hasta entonces. Aquella donde su progenitor sí estaba muerto y donde alguien se llevó su cuerpo de la tumba.

-No. ¡Esto no está bien! – replicó. Se puso de pie.

-Tom, siéntate.

-¡No! ¡Tú no eres mi padre! ¡Mi padre está muerto! ¡Y esto…! – señaló la casa - ¡Esto tampoco es real!

Clark frunció el ceño.

-Desearía que fuera de otra forma, pero no me dejas otra opción – dijo. Se sacó las gafas – ¡Voy a tener que ser más severo contigo, muchacho!

Le disparó una ráfaga de visión de calor a toda potencia. Thomas salió despedido en llamas de la casa y se estrelló contra el cobertizo, destrozándolo. Clark fue tras él…

-He intentado razonar contigo, hijo. Ser comprensivo. ¡Pero no ha servido de nada! – lo aferró con sus manos y lo alzó en el aire. Tom luchó por liberarse, en vano – ¡Reconócelo, chico! ¡Estás mal de la cabeza!

-¡No! ¡Suéltame! ¡No eres mi padre! ¡No eres real!

-¿Eso crees? ¡Pues te equivocas!

Otra vez la visión de calor lo azotó. A esa corta distancia, el fuego en los ojos de Clark Kent lastimaba a Tom. Gritó con todas sus fuerzas… y de repente, todo acabó.

Su padre, la granja, Smallville, todo se había esfumado. Estaba en Metrópolis, de rodillas en mitad de la calle. Estaba en el lugar donde se había enfrentado a los monstruos y Lana lo besó.

Lana. Ahí estaba ella, mirándole, salvo que no era ella. Al menos, no mentalmente. Un gesto de furia atravesó su bello rostro.

-Chico duro, ¿eh? – dijo – No importa. Igual, tu mente será mía.

-¿Qué…? – empezó a decir, pero el calor estalló en su cerebro otra vez… y le siguió otro apagón.

Cuando la luz se hizo de nuevo, un puño se estrelló contra su cara, mandándolo por el aire. Cayó contra un coche, hundiéndose en el acero de la carrocería.

Sin entender qué sucedió, se irguió rápido. ¡Cuatro individuos superpoderosos parecidos a su padre lo estaban atacando!

-¡A por él! – gritó el primero. Era un adolescente de chaqueta de cuero y lentes oscuros. Llevaba unos guantes rojos y su malla era roja, azul y negra. Voló hasta Tom y le dio un puñetazo.

Otro de los superpoderosos se acercó. En éste caso, era un hombre vestido con una armadura de acero y capa roja. Llevaba un pesado martillo en las manos y no dudó en usarlo. El golpe que le dio a Thomas lo dejó viendo estrellas multicolores por un insoportable momento.

-¡Hemos ocupado el lugar de Superman desde que murió! – afirmó otro de los Supermanes. Vestía un traje negro y azul, y sobre sus ojos llevaba un visor amarillo, cubriéndole la cara – ¡Si tú eres su hijo, le harás honor! ¡PAM! Tom recibió otro golpe. Se estrelló contra la fachada de un edificio. Pedazos de concreto y hierros cayeron sobre él.

Unos fríos dedos lo agarraron del cuello y lo arrastraron fuera de la montaña de escombros. Era el cuarto Superman, en éste caso uno con la mitad de su cuerpo convertida en maquina, una especie de cyborg. Lo alzó en el aire como a un muñeco de trapo.

-¡No mereces vestir ese traje! Morirás – sentenció.

Justo cuando su puño cibernético se iba a enterrar en su pecho, Tom lo atajó. Usando toda su fuerza, apretó la mano robótica del Superman cyborg y se la destrozó.

-No. ¡Ya basta!

Le disparó con su visión de calor a toda potencia. El Superman cyborg se incendio y explotó.

-¡Nada de esto es real! ¡Ninguno de ustedes lo es!

A supervelocidad, noqueó al Superman del visor y al adolescente de la chaqueta de cuero. Solo el hombre de la armadura de acero seguía en pie.

-¡Tú eres el falso! ¡Y morirás por eso!

-¡En tus sueños! – Tom le propinó una patada demoledora. La armadura de metal de aquél Superman se rompió.

…Y de nuevo, todo acabó.

Los cuatro Supermanes habían desaparecido. De hecho, nunca habían existido. Tom volvió a ser el dueño de su mente. Se dio vuelta, esperando encontrarse con Lana cara a cara otra vez… pero en su lugar se topó con Lois Lane.

-¿Mamá?

-Sí. Soy yo, hijo. He regresado…

Pero Thomas no caería en la trampa otra vez.

-¡Mi madre está muerta! ¡Acaba con el show de figuras invitadas de una puta vez!

Lois frunció el ceño, ofuscada.

-Está bien – dijo – Al fin de cuentas, me estaba aburriendo el solo observar la acción. ¡Es hora de unirme al combate!

La ilusión acabó. Lana apareció, solo para derrumbarse en el piso. La mente de Ultra la abandonó. Tom corrió a revisarla. Ella estaba bien, aunque algo aturdida por la experiencia.

-¿Tom? – preguntó.

Él se mordió la lengua. No podía revelar su identidad secreta. Tenia que seguir con la pantomima.

-Él está bien, señorita Lang. No se preocupe. Ahora tengo que ponerla a salvo.

-¿Superman?

-En realidad, su hijo. Vamos, la voy a llevar a…

Se interrumpió bruscamente. Un enorme simio albino de ojos rojos apareció. Vino volando dentro de una especie de silla mecánica de alta tecnología.

Era la primera vez que Thomas lo veía, sin embargo su padre le había hablando de él en cierta ocasión.

-¡Ultra-Humanita!

Kryptonita

Ultra descendió de su vehículo volador. Una siniestra sonrisa atravesaba su rostro de simio.

-¡Ultra-Humanita! – dijo Tom.

-Veo que me reconoces. Celebro que tu padre te haya hablado de mí. Es un placer conocerte… por segunda vez.

-Entonces tú… ¿Tú eras quien controlaba a Lana? ¿Cómo?

-Posesión mental. Uno de mis maravillosos poderes – se señaló su voluminosa cabeza – Soy capaz de dominar las mentes de otros seres vivos a distancia. Pretendía hacer lo mismo contigo, pero resultaste un hueso duro de roer. Ahora tendré que involucrarme en persona en este combate.

Tom miró a Lana. Ya más recuperada de su experiencia, la chica observaba a Ultra perpleja. Ella no podía seguir ahí. Tenia que sacarla.

-Sé lo que estás pensando – dijo Ultra – Quieres poner a Lana a salvo antes de pelear conmigo. Adelante. No tengo ningún interés en ella. Esto es entre tú y yo.

Dicho lo cual, el villano se cruzó de brazos.

-Vamos, señorita Lang. Voy a sacarla de aquí – Tom la levantó en brazos. La llevó volando hasta la terraza de un edificio lejano y la depositó allí – Llame a la policía – le recomendó – y no se acerque al lugar. ¿Okey?

-Okey.

Ambos se quedaron mirando por un rato a los ojos. No sin cierto esfuerzo, él la dejó y volvió adonde Ultra lo esperaba.

-Ese beso fue muy sonado – comentó el villano – Si bien a nivel conciente, Lana no recuerda nada, su subconsciente le traerá ciertas sensaciones…

-¿Tú has robado el cuerpo de mi padre? – Tom ignoró las palabras anteriores de Ultra respecto a Lana. Había cosas más importantes ahora.

-Sí, efectivamente. Fui yo.

-¡Maldito seas! ¡Devuélvemelo!

-No. No lo haré. Pero no me opongo a que te le unas en la muerte.

-¡Eres un maldito hijo de…!

Tom no completó la frase. El puño de Ultra se estrelló en su cara. Lo mandó volando por el aire en dirección de una pared. Aterrizó chocando contra ella.

-¿Cómo…?

-¿…Tengo tanta fuerza? – completó Ultra por él. Se sacó algo del cinturón, mientras procedía a explicarle – No la tengo. Es más, en condiciones normales un golpe así no te hubiera hecho nada, a menos que tuviera esto – alzó una roca verde brillante. Tom no sabía qué era aquello. Jamás en su vida lo había visto – Ésta maravillosa roca es un fragmento de meteorito del planeta natal de tu padre, Krypton. En honor a ese mundo, le llamaremos “Kryptonita”. Las radiaciones que emite son inicuas para los terrestres. Ahora, las cosas cambian cuando eres un habitante de Krypton.

Kryptonita. De repente, Tom se sintió débil y mareado.

-¡Oh, sé lo que estás pensando! “¿Entonces cómo me afecta a mí, si yo nací en la Tierra?” Muy sencillo. La respuesta es que tienes sangre kryptoniana en las venas. Una parte de ti es de Krypton, la parte que heredaste de tu padre. Como un digno hijo de kryptoniano, esto vacía tus células de toda su energía y te vuelve un ser ordinario y sin poderes. ¡Justo lo que necesito para vencerte!

Ultra se colocó la roca en el centro de su pecho, en medio de la armadura que llevaba puesta. Engarzada ahí, la Kryptonita despedía destellos esmeraldas continuamente.

Tom seguía sintiendo sus efectos. Apenas se podía mantener en pie. Ultra aprovechó su debilidad y se acercó. Le conectó un derechazo en la cara. Luego, le dio una patada.

Sin dejarlo respirar, el simio albino lo agarró del cuello, lo revoleó en el aire y lo estampó contra el piso. Le puso un pie encima y presionó con todas sus fuerzas.

-Es irónico. Nunca pude vencer a Superman, pero ahora derrotaré a su unigénito – Ultra le dio un pisotón. Tom sintió fracturarse sus costillas. El dolor lo atravesó como un relámpago atroz.

No había nada que pudiera hacer. En cuanto y en tanto el villano tuviera la Kryptonita sobre su pecho, Thomas Kent no tenía ningún poder para vencerlo.

-Me hubiera gustado prolongar este show de golpes indefinidamente, pero me temo que mi tiempo es oro y además, me considero por encima de tales bárbaras costumbres. Seré piadoso y haré rápida tu muerte – Ultra sacó una especie de pistola láser de su cinturón. Le apuntó con ella – ¿Tus ultimas palabras?

-¡Vete… al diablo!

-Después de ti.

Antes de que el villano jalara el gatillo, un boomerang con forma de murciélago lo golpeó con fuerza en la cabeza. Ultra se tambaleó y justo entonces, lo vio descender de una terraza colgado de un cable.

Traje negro, capucha del mismo color y una capa larga y oscura. Sobre su musculoso pecho, un símbolo: un murciélago negro. Su mirada era seria y decidida, y cuando aterrizó en la calle, la capa lo envolvió dándole un aire legendario, sombrío y gótico.

-¡Batman! – escupió Ultra.

-¿Bat… man? – murmuró Tom, desde el suelo.

-Deja al chico en paz – la voz del Caballero de la Noche era grave, profunda. Sin ningún atisbo de miedo en su tono. Ultra se rió, burlándose de él. Lo observó con desprecio.

-¿Qué hace un simple vigilante enmascarado de Gotham City en Metrópolis? ¡Éste asunto no te incumbe! ¡Esfumate!

-No sin antes ocuparme de ti.

Batman sacó una especie de pistola de su cinturón. La apuntó en dirección de Ultra. Disparó y un gancho conectado a un cable de acero salió despedido, aferrándose a la roca de Kryptonita alojada en el pecho de la armadura del villano. De un tirón, el encapotado se la arrancó, haciéndola llegar hasta sus manos.

-Creo que guardaré esto – dijo, colocando la roca verde en un bolsillo forrado de plomo de su cinturón.

-¡Maldito! – Ultra dirigió hacia Batman su arma láser.

No pudo usarla nunca. Libre de las radiaciones debilitadoras, Tom le conectó un gancho directo en la quijada que lo mandó volando varias cuadras hasta desplomarse en el piso, sin sentido.

-¿Estás bien? – Batman se acercó a Tom. Éste asintió y con cierta dificultad, se puso de pie.

-Gracias… ¿Cómo es que…?

-¿Supe que estabas en peligro? Te he venido siguiendo últimamente. Tu visita a Arkham fue muy llamativa. Me contaron que impresionaste muchísimo al Joker.

-Sí, bueno, casi hago más que eso – Tom se volvió hacia donde yacía Ultra inconsciente – Ese maldito se robó el cuerpo de mi padre de la tumba. Es hora de que me de algunas respuestas.

-Déjalo para después – Batman le apoyó una mano firme en el hombro – Escucha: las autoridades ya vienen. Ellos se encargaran de poner tras las rejas a Ultra. Tú y yo tenemos que hablar. Hay problemas más urgentes que atender.

-¿Más urgentes que saber dónde ese demente ocultó el cuerpo de mi padre?

Batman asintió y algo en su semblante dejó bien en claro que lo que decía era verdad.

Tom se resistió. Quería que Ultra le dijera donde estaba el cuerpo de su padre, pero el Caballero de la Noche tenia razón. Pese a que él todavía no lo sabía, existían otras cosas que requerían su atención.

-Está bien. Te sigo. ¿Dónde vamos?

Batman no le respondió. Se limitó a tomar un comunicador de su cinturón.

-Transporte para dos – dijo.

Antes de que Tom pudiera hacer alguna pregunta, Batman y él se desmaterializaron, teletransportados hacia otra parte.

Volvieron a re-materializarse en una inmensa sala llena de aparatos de alta tecnología. Sorprendido, Tom miró hacia un gran ventanal cercano. Se veía a la Tierra girando en el espacio con un telón de estrellas de fondo.

-¿Dónde rayos estamos?

-Bienvenido a la Atalaya – dijo Batman y echó a andar delante de él por un pasillo.

-¡Espera! ¡Dime al menos qué sucede! – Tom lo siguió.

-Ya lo sabrás. Primero, conocerás al resto – terció – Aunque creo que a la mayoría de nosotros nos viste alguna que otra vez en tu vida, de manera esporádica – Batman abrió una puerta – Adelante.

Tom entró en una gran sala donde varias personas se hallaban sentadas alrededor de una mesa blanca. Todos los presentes lo miraron con una sonrisa en sus labios; estaban felices de tenerlo allí.

-Thomas Kent, te presento a… ¡LA LIGA DE LA JUSTICIA!

La Liga de la Justicia

La Liga de la Justicia acogió a Thomas con una calida bienvenida. Una mujer, la que presidía la reunión, se puso de pie y lo miró con una sonrisa. Hubo cierta emoción en su voz al hablar.

-Bienvenido, Tom. Es bueno verte aquí.

Tom la miró detenidamente. Conocía a esa mujer, aunque solo la viera un par de veces en la vida cuando era más chico. Su nombre le subió por la garganta y huyó de su boca por entre sus labios.

-Wonder Woman.

Ella sonrió, asintiéndole.

-Veo que me recuerdas. Yo también te recuerdo perfectamente: un chico inquieto y aventurero. Casi igual a tu padre – Diana se emocionó muchísimo al evocar el recuerdo de Superman. Tom le echó una mirada a sus acompañantes; todos ellos eran superhéroes legendarios y reconocidos, viejas estrellas que al parecer seguían brillando y estaban de regreso para la acción.

-Siéntate con nosotros, Thomas – dijo Batman. Se dirigió hacia Diana – Sugiero que abordemos el tema que nos compete cuanto antes.

Su tono fue duro al hablar. Estaba claro que la emotividad no iba muy de la mano con él. Diana se dio cuenta y se lo reprochó.

-Que frío que eres, Bruce – le dijo – ¡Es el hijo de un amigo!

-Y yo te recuerdo, princesa, que estamos ante una guerra. No podemos darnos el lujo de perder el tiempo con sentimentalismos en medio de una guerra.

-Odio decirlo, pero Bats tiene razón – intervino Flash – mientras hablamos, nuestros enemigos nos llevan ventaja.

-El chico no entiende nada, Wally – dijo Flecha Verde – Hay que ponerlo al corriente de los hechos.

-Opino igual que Oliver – un hombre mitad humano, mitad halcón, miró a Tom con sus vivaces ojos – Acaba de entrar en mitad de la película. Se merece una introducción, al menos.

Todos miraron a Batman. Éste no dijo nada hasta que…

-Está bien – concedió – Pónganlo al corriente de todo.

-Siéntate, Tom – le pidió Wonder Woman.

Obedeciéndola, Thomas se sentó al lado de un hombre con una armadura de acero puesta y una mujer rubia de ajustado traje blanco y capa color roja.

-Sé que conoces a algunos de nosotros – empezó Diana – A otros, no. Igualmente, los presentaré a todos y así de alguna forma, pasaremos lista de los presentes a ésta reunión – hizo una pausa. Fue de izquierda a derecha de los que estaban sentados en torno a la mesa – Batman, Flash, Flecha Verde, Hombre Halcón, Aquaman, Acero, Power Girl, El Espectro, Linterna Verde, Capitán Marvel, Wildcat y el Detective Marciano. Hay otros más, pero de momento, el grupo principal de nuestra Liga es éste.

“Nos hemos reunido aquí, en la Atalaya, una estación espacial en orbita alrededor de la Tierra, para enfrentar a una gran amenaza que nos compete a todos. Un grupo de supervillanos que se hacen llamar a sí mismos La Legión del Mal…”

“Hace poco, tuvimos conocimiento de que varios de los viejos enemigos de Superman, tu padre, se estaban reuniendo bajo el liderazgo del Ultra-Humanita. De alguna forma, esos villanos trabajaron en conjunto para liberar de su encierro a un prisionero, otro peligroso criminal como ellos: Brainiac.”

-¿Brainiac? ¡Pero eso es imposible! ¡Estaba encerrado en Oa! – interrumpió Tom – Yo fui a verlo.

-La Legión lo liberó de su encierro. Se lo llevaron con ellos en mitad de un ataque a Oa – le informó Linterna Verde.

A Tom le llamó la atención que aquél Linterna no fuera su amigo Kyle Rayner, sino su antecesor, Hal Jordan, quien se suponía retirado de la fuerza de policías intergalácticos. Por lo visto, había decidido regresar a la acción.

-Creemos que la liberación de Brainiac forma parte de un plan de Ultra-Humanita – siguió diciendo Diana – El robo del cuerpo de tu padre de su tumba, creemos que es otro plan que el siniestro genio del Mal llevó también a cabo por razones que desconocemos todavía.

-Iba a interrogar a Ultra por eso, pero Batman me trajo aquí…

-Lo sabemos, pero no tienes nada que temer. Ultra-Humanita ha sido llevado por las autoridades al penal de Stryker Island. Planeamos interrogarlo para que confiese dónde tiene el cuerpo de Superman y por qué lo robó. Además de cual es el verdadero plan de acción de la Legión, qué se proponen. Creemos que ahora que su líder ha sido capturado, el resto no se quedaran quietos. Sin duda alguna comenzaran a maquinar alguna nueva maldad…

-Lo cual nos lleva al asunto principal – Batman rompió su silencio, volviendo a hablar – Tenemos que anticipar el siguiente movimiento de la Legión. Mientras hablamos, perdemos tiempo. Propongo ir de inmediato a Stryker e iniciar el interrogatorio del Ultra-Humanita.

-Apoyo la moción – Flash levantó su mano.

Diana suspiró.

-Muy bien, Bruce. Serás el encargado de hacerlo. Que Flecha, Flash y Power Girl te acompañen.

-Yo también iré con ellos – Tom se puso de pie – Ese demente se llevo a mi padre. ¡Quiero que me lo devuelva!

Sonó firme y decidido. Diana iba a oponerse, pero no encontró ningún motivo valedero para retener al muchacho allí con ellos. Al final de cuentas, tenia razón; era de su padre de quien estaba hablando.

-Okey. Ve también, pero tengan cuidado, por favor.

Flash se acercó a Tom. Le palmeó el hombro.

-Creo que ya es oficial, Tommy. ¡Bienvenido a las Grandes Ligas!

-No exageres, Wally – Flecha Verde le estrechó la mano al joven.

-Vamos – Batman interrumpió los saludos – Tenemos trabajo que hacer.

-¡Capturaron a Ultra! – dijo Obsession, mientras entraba corriendo al salón de reuniones de la Legión del Mal – ¡Nuestros contactos me lo acaban de informar! ¡Al parecer, lo llevaron detenido a la prisión de Stryker Island!

Los ojos de todos se volvieron de inmediato hacia Brainiac. El coluano se levantó de su asiento en silencio y asumió el lugar a la cabeza de la mesa correspondiente a Ultra.

-Nada ha cambiado – dijo – Todo sigue en marcha. Esto es solo un mero retraso.

-Pero, ¿y Ultra?

Brainiac meditó un segundo sobre el asunto.

-Puede complicar nuestra situación.

-¿Qué sugieres que hagamos? – preguntó el Cyborg.

-Obsession, Atomic Skull, Rock, Riot y Parásito, irán a Stryker Island. Su misión será evitar que Ultra-Humanita delate nuestra posición.

-Espera un momento. ¿Quieres que matemos a Ultra? – el Parásito no lo podía creer – ¿Y qué pasó con aquello de “la unión hace la fuerza”?

-He asumido el liderazgo de éste grupo. Nuestros planes no pueden retrasarse por meros sentimentalismos. Ultra puede dar información a nuestros enemigos que no nos conviene que todavía sepan. No pienso permitirlo – Brainiac hizo un gesto con la mano, despachando a sus subordinados. Se volvió hacia los que quedaban – Máxima, Cyborg, Banshee, ustedes tres irán a robar los componentes electrónicos que necesitamos para la construcción de nuestra maquina.

-¿Maquina? ¿Qué maquina? – inquirió Máxima, confundida.

-La que nos dará el control sobre éste mundo. Vayan y hagan lo que les ordené.

-¡Un momento! – saltó Toyman – ¡Brainiac, te has olvidado de mi! ¿Qué se supone que he de hacer?

El coluano lo miró.

-Es verdad – admitió – Me olvidaba de ti.

-¿Y bien? ¿Qué debo hacer?

-No tienes superpoderes ni ninguna habilidad extra. Y tu coeficiente intelectual está por debajo del mío. En conclusión: no me sirves para nada.

Brainiac extendió una mano. Con el poder de su mente hizo estallar a Toyman en cientos de pedazos sangrientos.

Banshee, Máxima y el Cyborg se quedaron con la boca abierta.

-¿Alguna objeción?

Los tres miraron a Brainiac y acto seguido, sin decir ni una palabra, se fueron a cumplir con sus órdenes.

Stryker Island estaba ubicado cerca de Metrópolis. Era un penal de máxima seguridad para meta-humanos. Batman y su equipo arribaron al lugar para interrogar a Ultra. Tom estaba nervioso; ansiaba respuestas sobre el paradero del cadáver de su padre cuanto antes.

-Entraremos a verlo solo nosotros dos – dijo Batman a su grupo, mientras le indicaba a Thomas con la cabeza que lo siguiera. Flash protestó.

-¡Nunca dejas que uno se divierta, Bati-tipo!

Ultra yacía atado en una gran silla de metal por cadenas y una camisa de fuerza extra grande. Al entrar el Caballero de la Noche en compañía de Tom, el ser de aspecto simiesco sonrió.

-¿Qué hay? Me alegro de volver a verlos.

Thomas observó que llevaba puesta una cinta forrada con circuitos alrededor de su voluminosa cabeza. Según le habían dicho los responsables de Stryker Island, era un inhibidor electro-neuronal. Cancelaba automáticamente cualquier manifestación de los poderes psíquicos de Ultra, impidiéndole hacerse con el control de las mentes de las personas.

Batman lo miró con frialdad. Envuelto en su capa en un rincón de la habitación, se asemejaba más a un inmenso murciélago agazapado que a un hombre.

-Más vale que empieces a hablar, Ultra – advirtió, con un tono amenazador – Dinos todo.

-Pues… ¿Por donde quieren que empiece?

-¿Qué tal por la parte donde te robas el cadáver de Superman de su tumba?

Ultra le dirigió la sonrisa más ladina y enferma que pudiera haber existido nunca. Tom, que presenciaba el interrogatorio al lado de Batman, sintió hervir su sangre. Deseaba darle su merecido a ese maldito, pero no podía. No debía. Se obligó a seguir escuchando y ahora, con más atención.

-Bien… Superman murió a manos de Doomsday, pero su cuerpo todavía podía ser útil. Brainiac y yo contactamos telepáticamente hace tiempo, mientras él permanecía encerrado en la prisión galáctica de Oa. Ahí nació nuestra alianza y surgió una idea: durante años, las células de Superman absorbieron del sol una ingente cantidad de energía. Un poder potencialmente útil. Brainiac sugirió entonces la construcción de una maquina que extrajera ese fabuloso poder acumulado y lo convirtiera en un arma para dominar la Tierra. Por eso, me encomendó a mí la tarea de robar su cadáver del cementerio y colocarlo en una cámara criogénica, para conservarlo intacto. Una vez que tuviéramos la maquina podríamos usarlo como si de una batería se tratase.

“Pero Brainiac quería algo más. Esa fue la segunda etapa de nuestros planes conjuntos. Quería ser libre de la prisión galáctica de los Linternas Verdes. Era más que obvio que yo solo no podría sacarlo de ahí. Por eso, recluté a la Legión: ellos me ayudaron a liberar a Brainiac y luego, huimos con él de regreso aquí, a la Tierra…”

Ultra miró a Tom.

-Había solo un obstáculo para nuestros planes y ese eras tú – señaló – Contaba con eliminarte yo mismo de escena y sacarte del juego para que no nos estorbaras, pero parece que cometí el error de subestimarte. Lo admito: a veces mi ego es más fuerte que yo.

Thomas sintió deseos de darle una paliza a Ultra en ese momento. Batman se percató de la furia creciente de su compañero y lo detuvo antes de que cometiera una locura.

-No vale la pena – dijo – Ésta rata puerca nos ha dicho todo lo que queríamos saber. La pregunta ahora es: ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué te has mostrado tan colaborador con nosotros?

-La respuesta es sencilla: porque ninguno de ustedes saldrán vivos de ésta para impedirnos triunfar.

Como confirmando sus palabras, comenzó a sonar una alarma en Stryker Island. La luz se fue y se oyeron tremendas explosiones en el exterior de la prisión.

¡Alguien estaba atacándolos!

Continuará...


2 comentarios :

  1. ¡Me encanta esta Portada! ¡Mi Dios! ¡Felicitaciones al dibujante! ¡Es fenomenal! ¡Muy, muy buena! ^^

    Saludos a todos!! XD

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