Elseworlds Los Archivos A.L.S.T.R. Nº07

Título: El sueño.
Autor: Roberto Barreiro
Portada: Chris Samnee
Publicado en: Octubre 2015

Toda la magia y la aventura del universo está a solo una palabra. ¿Se atreverá Billy Batson a pronunciarla? ¿O será sólo otro de sus sueños?
Fue en la hora más oscura del Hombre cuando surgieron los primeros super-héroes, patriotas disfrazados que simbolizaban nuestro ideal heroico y nos protegieron de los enemigos de la Nación. Estas son las historias de...
Creado por Roberto Barreiro

Resumen de lo publicado:Varios años antes del inicio de la 2ª Guerra Mundial, en una Nueva York entretenida por las brillantes aventuras radiofónicas del Capitán Marvel creadas por Billy Batson, un joven Kent Nelson se ve obligado a utilizar el místico Casco de Nabú para hacer frente a una criatura demoniaca, convirtiéndose en el Doctor Fate.

Estar frente al Anciano siempre le producía pavor a Billy Batson. Sabía que solo era un sueño. Y sabía que, antes que una amenaza, era quien le daba sus poderes en la Tierra del Sueño. Incluso su apariencia era la de un viejecito frágil, de esos que podrían estar en Central Park alimentando palomas.

Salvo cuando miraba sus ojos. Ahí, Billy descubría que su vejez era apenas un disfraz que el Anciano se daba en el Sueño para que la mente de este pobre joven humano lo entendiera. Sus ojos eran antiguas estrellas surgidas del inicio de los tiempos. Que lo miraban con una distancia incomprensible, como un científico observa lo que hacen las amebas en su microscopio.

El Anciano miró a Billy y dijo:

- Di el nombre.

- ¡Shazam! – respondió el joven. El relámpago lo envolvió. Sintió transformar su cuerpo, convertirse en el Capitán Marvel.

- Pronto deberás decir el Nombre. Pronto… - dijo el Anciano.

Y Billy despertó sudando en su cama.


Inza Cramer conducía su viejo Ford “A” con calma y cuidado. A su lado, Kent Nelson iba sumido en sus pensamientos. El ataque de los hombres sombras a la biblioteca de la Universidad Miskatonic(1) y el hombre rubio que las dirigía lo tenía preocupado. Solo faltaba un libro tras el ataque. Ni siquiera era uno de los libros más valiosos de la Colección Prohibida de la Biblioteca: no habían tocado el Necronomicón, ni los fragmentos de los Manuscritos Pnakoticos ni la copia del libro del conde D’Erlette(2). El libro entonces, no podía ser importante: era solo una pista para algo mayor.

Revisó de nuevo la ficha bibliográfica (cuya copia había conseguido Inza con su habitual habilidad para seducir amablemente a las personas y convencerlas de ayudarla). “Rituales y cultos del Asia Central prebudista”, edición bilingüe del doctor Heinz Bruckheimer, Heidelberg, 1888. Aparentemente era la traducción de un oscuro lenguaje del Asia Central recuperado de unos pergaminos en una lamasería del Himalaya por el autor. Nada que sonara particularmente peligroso… excepto por el hecho que el profesor terminó sus días en una celda acolchada, tras intentar matar a su esposa. A Nelson esas cosas siempre le resultaban sospechosas.

Ahora se dirigían a ver a la última persona que había pedido el libro antes que lo robaran. El profesor Ian Cullington había solicitado varias veces el libro “para un trabajo sobre los cultos primitivos de la China Occidental”, según su declaración ante la biblioteca. Esperaba que le pudiera dar alguna pista sobre el contenido del libro.

La casa donde vivía Cullington no se diferenciaba de ninguna otra de ese barrio de Arkham: casas antiguas a dos aguas, donde la clase media tradicional de la ciudad vivía sus vidas cotidianas, ajenos a las maravillas y temores que podían surgir en el mundo. El antejardín estaba descuidado, sin que nadie hubiese recogido las hojas otoñales. No parecía que hubiera nadie.

Golpearon la puerta. Nadie respondió.

- Y ahora ¡qué hacemos? – preguntó Inza. - ¿Esperamos al profesor aquí o volvemos la universidad y lo buscamos por allá?

- Hace días que nadie lo ve.

- ¿Y si le pasó algo? ¿Y si lo atacaron? Tenemos que entrar, Kent. Te pones el casco, haces un pase mágico y entramos sin que nadie…

- No es tan simple. El Yelmo es… peligroso. Llevarlo no es algo… grato. Y es muy poderoso. Tú no usas un cañón para matar hormigas…

La frustración apareció en el rostro de Inza. Si algo la definía era la obstinación.

- Bueno, entonces ¿qué quiere hacer, señor mago poderoso? ¿Esperar a que nos vengan a abrir?

Kent la miró un segundo. Luego sacó su navaja suiza y se arrodilló ante la puerta. Treinta segundos después, la puerta se abría con un ¡clac!

- Entra rápido. No quiero que vayamos presos- dijo, haciendo un gesto.

- Vaya… Estás lleno de sorpresas ¿Esto es también parte de tu entrenamiento mágico?

- Como dice el señor Zarnak(3), “no juegues un as cuando con un dos alcanza”.

Ambos se rieron al mismo tiempo, casi sincronizadamente. Inza le dio un beso fugaz y entró.

La casa parecía normal. Nada notorio a destacar. Era como si el profesor se hubiera ido y estuviera por volver. No era muy ordenado: libros y revistas en varios idiomas estaban desparramadas en las diversas habitaciones. El diploma de un doctorado por la universidad de Heidelberg estaba colgado en la pared. Justamente la misma universidad del enloquecido Bruckheimer, pensó Kent.

En el estudio del profesor había muchos libros apilados en un desorden creativo típico de cualquier estudioso. Nada extraño… excepto por el libro robado a la universidad, abierto en medio de la mesa.

- Sherlock Holmes nunca tuvo un caso tan simple – ironizó Inza.

Kent miró el tomo.

- Faltan unas páginas.

- ¿Cuáles?

Kent miró el índice.

- “La puerta que descubre la ciudad oscura”, páginas 56 – 62… Son las que faltan.

Inza miró un papel en blanco.

- Mira aquí.

- Está en blanco…

- Y lo arrancaron rápidamente. Escribieron algo ahí muy velozmente… ¿Ves? Está marcado con fuerza Quedó marcada la página.

Inza puso el ppel al trasluz.

- “El sacerdote de Leng tendrá la víctima entre el elegid… s la puerta de Nya… casa de Tenzin Garjanaka a S.K., en Manhattan… andén… tren 095 a Nueva York” – leyó dificultosamente Inza.

Hubo un momento de silencio

- Inza – dijo Kent ¿quieres hacer un viajecito a Nueva York?.


Alan Scott estaba incómodo con el traje nuevo. Se había desacostumbrado a esas cosas. También a los eventos sociales, que siempre lo habían cansado. Pero fue un pedido de sus nuevos jefes de Radio WHIZ: las fiestas del señor Garjanaka eran frecuentadas por la flor y nata de la intelectualidad de Nueva York. Walter Winchell(4) era invitado frecuente. Los que estaban en el ambiente decían que esas fiestas era lo más cercano que existía en la ciudad a la mítica Tabla Redonda del Algoquin(5). Venía bien para un reportero radial recién llegado ser conocido en esos círculos. Así que allí iba.

Se miró el anillo verde refulgiendo levemente entre sus dedos y sopesó la posibilidad de dejarlo junto a la lámpara. Mas prefirió llevarlo: una joya más o menos no cambiaría nada y, en caso de que entraran a robar seguro se lo llevarían (la lámpara , mas desvencijada, no aparentaba ser de valor para el ladrón corriente).

Bajo a la calle esperando que lo fueran a buscar. El clima amenazaba tormenta, pero todavía no caía agua. Iba por el segundo cigarrillo cuando un Oldsmobile se detuvo frente a su puerta. Por la ventanilla, una pelirroja preciosa se dirigió a él:

- ¿Señor Scott?... Molly Wayne, secretaria multiuso y chofer a pedido del jefe de todos los jefazos radiales. Si quiere subir ya salimos rumbo a la fiesta.

Alan abrió la puerta y se encontró con el adolescente, que se veía con el traje tanto o más incómodo que él.

- Le presento a nuestro joven Capitán Maravilla: William Batson. Así como lo ve, es un guionista de primera línea – dijo Molly.

- Encantado señor Scott – dijo Billy, ofreciéndole la mano – Espero que disfrute de Radio Whiz. Somos una gran familia.

Alan le estrechó fuertemente la mano.

- Gracias, chico. Yo también espero que sea así.

El auto partió. Molly conducía con seguridad, aunque un par de veces demostró tener una boca digna de un pastor nómada de Turkmenistán. Uno particularmente mal hablado.

- ¿Se acostumbra a la gran ciudad después de andar por la China tanto tiempo? – preguntó de improviso Billy.

- Es un cambio brusco – concedió Alan -. Llegas de un mundo tan extraño que a veces te preguntas si habrás soñado todo.

El serio rostro del joven se perdió por un segundo en un pensamiento:

- O sea, extraña de donde viene…

- ¡Y que lo digas! – reconoció Alan.


Bishal estaba soberanamente aburrido. Las dichosas fiestas del tío Tenzin eran garantía de generarle bostezos. Todos eran tan sofisticadamente aburridos, tan deliberadamente irónicos, que cualquier diversión espontánea que pudiera surgir era prontamente ahogada en un mar de condescendencia. Hasta la música era una lata: clásica, clásica y clásica. Nada de Cab Calloway, o Tommy Dorsey, Benny Goodman o siquiera Duke Ellington. Poner en el fonógrafo a Louis Jourdan & His Thympany Five(6) hubiera sido el equivalente musical de tirarse un pedo frente a un micrófono.

Hasta los chicos de su edad eran mortalmente serios allí. Ahí estaba Billy Batson, unos años menor que él y, sin embargo de una vejez mental abrumadora. Se notaba que estaba tan aburrido como él con la fiesta, pero lo sobrellevaba con un aplomo asombroso. Las veces que había intentado hablar con élno habían logrado conectar: tenía ojos de adulto. Seguro que no había reprobado nunca una materia en su vida.

El tío Tenzin vino en su dirección. Parecía el mismo de siempre, cortés y educado con todos. Pero su genio interior le dijo que algo no estaba bien, que estaba nervioso. Lo acompañaba u individuo alto y de rasgos sombríos que no le gustó nada.

- Bishal, - le dijo en su idioma natal su tío – quiero presentarte al profesor Ian Karl Cullington. Es un excelente conocedor de nuestras tradiciones. Y sabe de tu destino como elegido…

“Elegido”. Otra vez la dichosa cantinela del “elegido”. Desde que nació le decían que él tenía un destino escrito en tiempos inmemoriales, que su nacimiento tenía signos portentosos que le aseguraba un rol importantísimo para el futuro… Estaba harto de esas tonterías. Si algo apreciaba de vivir en Estados Unidos era que allí no tenía destino. Sobre todo cuando “destino” significaba tener que mandar a unos campesinos malolientes en una región alejada de la civilización, mientras era aconsejado por unos aburridos monjes que seguramente creerían que una “jukebox” era un instrumento del demonio.

- El gusto es mío, muchacho- dijo el profesor Cullington, con un tono tan untuoso que contribuyó aún más a aumentar la repugnancia que Bishal sentía sobre él. – Eres un joven predestinado a grandes cosas, eventos que pronto van a…

- Sí, sí, profesor, desde ya…. – le cortó Bishal. “Otro loco más” suspiró por adentro. Espero el reto de su tío, pero éste no dijo nada. Raro.

- Bishal, ¿puedo pedirte que hables a solas con el profesor por un minuto? Prajna te acompañara – le pidió su tío.

- Bueno- aceptó Bishal. Todo fuera por salir de esta aburrida fiesta. Con algo de suerte, luego podría quedarse en su cuarto leyendo “comic books”…


Alan contemplaba una figura en una pared cuando Molly Wayne, martini en mano, se le acercó.

- ¿Muy aburrido, señor Scott? – preguntó. – Porque hace rato que solo lo veo mirar las decoraciones…

- Llámeme Alan, señorita Wayne…

- Molly, por favor.

- Ok, Molly… En realidad estoy curioso por un detalle en todas las esculturas de esta casa ¿Ve esa figura al costado?

- ¿Esa que es como una estrella deforme?

- Sí… Todas las figuras la tienen.

- Aja… ¿Y eso que significa?

- Pues ni idea… No sé tanto de tibetano para leer lo que dice completamente. Hay además palabras que se repiten en todas. ¿Ve esos símbolos? Ahí dice algo así como “Leng”.

- ¿Leng? – dijo a un costado ora voz. Alan y Molly miraron en esa dirección y vieron al joven Batson, pálido.

- Sí, algo así – dijo Alan - ¿De dónde te suena esa palabra?

Billy lo miró fijamente un instante:

- ¿No va a reírse?

- Prometido que no, señor Batson – juró solemne Scott.

- En mis… sueños – dijo titubeante Billy – hablan de la meseta de Leng. Todos temen ir allí.

- Pero son solo sueños, muchacho – terció Molly – No pueden hacerte daño

- El señor Freud y el señor Jung estarían en desacuerdo con usted Molly – sostuvo Alan - . Y también discreparían varios sabios del Oriente.

- - Eso no me tranquiliza en absoluto, señor Scott- le aseguró Billy – Ni un poquito.


Billy sentía en la nuca una extraña electricidad: algo iba a pasar y no sabía qué era. Todo lucía normal, sin nada fuera de lo común, pero se sentía raro.

Decidió servirse una gaseosa. Cuando pasó por un grupo de participantes de la reunión que hablaban despreocupadamente entre sí, les oyó decir algo que le puso los pelos de punta:

- … y le dije “¡Di esa palabra y deja de darle vuelta al tema!”

Billy supo que no era casualidad, que de alguna manera el Anciano estaba detrás de esto. Que quería salir de sus sueños y advertirle de algo.

Mareado, con el cuerpo enfebrecido, se alejó buscando un cuarto para descansar lejos de la fiesta, una cama donde reposar un rato.

Oyó las voces saliendo del cuarto y supo que debía mirar allí. Una vos interna lo conminó am rar dentro. No se resistió. Abrió la puerta.

Y miró.

El sobrino del señor Garjanaka, Johnny, estaba acostado sobre un sofá, pálido, desmayado, inmóvil. Había un hombre blanco, alto y sombrío pronunciando algo con un tono gutural. No entendió lo que decía. Algo sobre Ziggurat o Niggurat…

Pero lo que le aterró era la mujer que allí estaba. La había visto otras veces en esa casa: era como el ama de llaves de la casa. Una señora agradable y servicial, siempre con una sonrisa. Ahora temblaba convulsivamente, mientras que su sombra crecía, se agrandaba y comenzaba a envolverla, a hundirse por sus ojos y su boca, a cubrirla como una masa negra y helada, como un alquitrán viviente, siguiendo el ritmo del cántico gutural del hombre alto, hasta que solo quedó una mancha oscura y que destilaba horror, con una forma que vagamente recordaba a la señora Prajna.

- ¡Alto! ¿Qué están haciendo? – Billy oyó decir a alguien. Para darse cuenta, un instante después, que había sido él el de las palabras.

El hombre alto lo miró. Y la Sombra también. La Sombra tenía los ojos del Anciano pero peores, más terroríficos si eso era posible. No supo cómo no se hizo en los pantalones.

El hombre alto solo hizo un gesto y la Sombra se abalanzó sobre Billy, deslizándose como una serpiente negra y bidimensional por encima de los muebles y de la alfombra.

El impacto de la Sombra arrojó a Billy contra la ventana con una fuerza tal que apenas sintió los vidrios quebrarse contra su cuerpo. Sin darse cuenta, Billy Batson caía hacia la calle desde el piso treinta, envuelto en la lluvia que caía sobre Manhattan. Supo ahí que solo le quedaba una cosa por decir, algo que siempre lo salvaba en sus sueños pero que nunca había servido en la vida real:

- ¡SHAZAM!

El relámpago lo envolvió


Continuará…


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Referencias:
1 .- Ver episodio anterior.
2 .- Todos libros (y autores) ficticios pertenecientes al ciclo de los Mitos de Cthulhu, creado por H.P. Lovecraft y amigos (lo mismo que la Universidad Miskatonic y la ciudad de Arkham. Y si no lo han leído ¿que están esperando? Incluso AT dispone de una serie ambientada en ese universo: La Llamada de Cthulhu. ¡No te la pierdas!
3 .- Anton Zarnak, detective de lo oculto creado por Lin Carter y que, aquí funciona como mentor de Kent Nelson (como habran visto en el episodio anterior) y también es conocido en el universo de esta fanfic como el Doctor Occult.
4 .- Walter Winchell (1897 – 1972) fue un conocido periodista norteamericano, que se hizo famoso por popularizar en la radio las columnas de sociedad, teniendo una importancia muy fuerte en el espectáculo de Nueva York de esos años.
5 .- La Tabla Redonda del Algoquin fue un mítico grupo compuesto por lo más renombrado del mundillo literairo y del espectáculo de Nueva york de la década de 1920 que se reunía reuglarmente en el hotel Algoquin a comer y conversar. Se convirtió en un espacio mítico, un lugar “in” en el Nueva york de los Locos Veintes.
6 .- Todos los nombrados eran líderes de las “big bands” de jazz que por esos años triunfaban en la música popular norteamericana. Vayan y escúchenlos.

1 comentario :

  1. Un episodio con buen ritmo, ya el buen Roberto comienza a encajar las piezas y a mantenernos en vilo. La cosa pinta interesante, y este aspecto sobrenatural se pone cada vez mejor. El Cliffhanger, toda una gozada. Es usted, Don Roberto, una mente maligna.

    la portada una gozada, ella dice todo por si misma.

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